Se acuerda de todo. Pero, de manera increíble, no “le sale” el apellido de “un contador que era de Santa Fe y me hizo una caricatura...desde ese momento me quedó el apodo de araña”. A los 70 años, recién cumplidos, Raúl Oscar Costantino, junto a su esposa Graciela formó una familia con dos hijos: Raúl y Cristian. Ahora, disfruta de cuatro nietos: Franco, Valentina, Milagros y Josefina.
“Tengo un negocio en casa, tipo granja. Hacemos comidas: sandwiches, milanesas. Les aviso que son más que recomendables. ¡Y no sabés cómo me sale el locro, el otro día vendí como 80 porciones”, cuenta. Se quedó en el mismo barrio: barrio Guadalupe oeste.
“A mí me vieron atajar penales en un torneo libre a los 16 años. Era la cancha de River de la Rinconada, en Alvear y Marcial Candioti. Se me acercó un señor, Eduardo Vásquez, nada que ver con representantes y esas cosas que hay ahora‘, dice la Araña.
—Que podía ir a probarme a Gimnasia de Ciudadela, Colón y Unión. “Yo voy a Colon...soy negro”, le dije.
Se acuerda como si fuera hoy cuando Jim Lópes lo citó al Ritz Hotel y le dijo “pibe, venga a entrenar con la Primera”. En el ‘68 ya estaba en el banco de suplentes.
—Sabe que “Can Can” Ceballos siempre me decía que ese Colón 1968 fue un equipazo olvidado
—Mirá, yo tenía 18 años y estaba el querido “Velorio” Drago al arco, Sanitá, Lescano, el mismo “Can Can” Ceballos, Sebastián García...(hace la pausa)...Néstor Borgogno...Castillo.
—¿Qué siente cuando hace memoria de esos años lindos Raúl?
—No es que me quejo y te agradezco mucho la nota para El Litoral, que lo leo siempre. Pero muchas veces siento que a los jugadores de aquella época no se los recuerda. Cuando escucho lo del sentido de pertenencia, pienso “cuidemos un poco más a los de Santa Fe”.
—Hábleme de los técnicos en esa época...
—El “Vasco” (Urriolabeitia, claro), un tal Morales, Ondino Viera que vino de grande, Rubén Cheves que salía en el banco cuando el Vasco no podía y el “Gitano” Juárez.
—¿Qué lo hacía distinto al “Gitano”?
—Era un personaje increíble y te daba todas las libertades afuera así que no le podías fallar adentro. Además, era muy compañero, servicial por demás, una cosa increíble. Y ni qué hablar del profe Carlos Hurtado, un personaje
—Hermosos años, inolvidables
—Lo de su pase a Gimnasia y Esgrima de La Plata es increíble
—Me vende Colón a Gimnasia en 45.000 pesos: estoy un mes y medio entrenando como pasaba antes con la pretemporada. Desembarcan con mucha plata los colombianos del América de Cali para comprarse todo. Se lo llevan a Lóndero y medio en broma le digo, “¡Che, por qué no me llevan a mí a Colombia también!”.
—¡Y el deseo se hizo realidad!
—Me llaman para una reunión. ¡Yo no lo podía creer! Fue en el Hotel Sheraton y arreglamos todo en un ratito. ¿Sabés en cuánto me vende Gimnasia a Colombia?: ¡450.000 pesos!...o sea diez veces de lo que me había comprado Colón. Nunca llegué a atajar en La Plata para Gimnasia. ¡En Colón los dirigentes hacían cuentas y no lo podían creer!
—Alex Goraieb ya se había llevado a “Cococho” Alvarez al Deportivo Cali
—Juego contra “Cococho” un clásico allá. ¿Sabés como era mi mesa en Colón?:
“Cococho” Alvarez, el “Poroto” Saldaño y el chaqueño Zimmerman. Yo tengo en claro que allá arriba me están esperando...está mi lugar en la mesa.
—Dos años muy buenos en Colombia y de vuelta al pago
—Sí, en el ‘79 me vengo a Rosario Central. Me traen Gennoni y Poletti, que estaban de moda. Juego un solo partido de titular, contra la Selección de Uruguay. De ahí al América de Quito de Ecuador, en la altura.
—¿Cómo era una transferencia?
—Se ganaba para subsistir, en el mejor de los casos si guardabas algo eran 100 dólares. La diferencia se hacía con la “la prima”: se cobraba una sola vez al firmar. Por ejemplo, en Cali, era de 15.000 dólares. Ese monto era lo máximo, porque lo habían pedido el “Pinino” Más y Pascutini. Me río porque hoy 15.000 dólares cobran de sueldo los que menos ganan!!!.
—¿Por qué se retira tan joven, a los 31 años?
—Porque mi pase quedó en Colombia, en manos del América de Cali. Y quedé colgado a los 31, no era como ahora que hay libertad de trabajo. Me quedé sin jugar, no podía ir a ningún lado porque todos me pedían el pase. Había cosas raras...
—¿Se acuerda de alguna en especial?
—Mirá, ahora que leo en El Litoral lo del conflicto de Colón y la Conmebol por ese arquero mal anotado, a mí no me sorprende en lo más mínimo lo de Ecuador.
—Yo no fui fichado por la Liga Ecuatoriana y jugué como un fantasma, toda una temporada en el América de Quito. No se pagó nada, ni siquiera un préstamo.
—¿Cómo era ser arquero de Colón siendo de Santa Fe?
—Yo llego cuando se va Burtovoy, estaba “Velorio” Drago, un arquero espectacular. El tema que a los de acá nos olvidaron. Siempre hablan del “Gato” Andrada o “Chocolate” Baley. Sin ir más lejos, yo estaba varios partidos de esa racha de 18 sin perder y pocos se acuerdan. En muchos años, los únicos arqueros de acá fuimos Erni y yo.
—Era excelente, vino de Boca y se fue
—¿Quién era realmente distinto en Colón?
—Un central como Villaverde era imposible de fabricar o conseguir. En ese plantel, nosotros hicimos una colecta para comprar los lentes de contacto al “Ciego”. En una práctica, se queda clavado porque se le cae uno de los lentes. Entonces, todos tirados en el césped buscando tipo rastrillaje. En ese instante, llega Bertinat Piñeiro y nota que se le había quedado pegado abajo del ojo. ¡Un alivio para todos!.
—¿Cuántos recuerdos de los clásicos?
—El del sombrerito de “Cococho” fue inolvidable.
—Cuando empatamos 1 a 1 con el gol de Iman, lo sale gritando para el lado del banco de Unión y el “Toto” Lorenzo le tira con un zapato blanco. Imagináte si eso pasa hoy en un clásico
—Ese día del 1 a 1 en Unión, me bañé, salí caminando con el bolso entre todos los tatengues hasta Bulevar y 25, porque ahí doblaba el colectivo para irme a mi casa. Hoy cambió todo.
—¿Qué arquero le gustó de los últimos años en Colón?
—El mendocino Pozo me gustaba mucho, “Fatura” Broun también, Burián con los penales. Lo que pasa que vinieron buenos arqueros de afuera pero se taparon muchos chicos de la zona.
—El archivo muestra una figura impecable: alto, flaco, presencia
—1.84 y 73 kilos. ¡Ni te digo ahora! (se ríe). ¿Sabés cuándo engordé?
—No me va a decir la típica: “Cuando me casé”
—Cuando llega don Jim Lópes engordo con vitaminas que me daba, porque en ese tiempo no habia gimnasio. El “Negro” Baley comía y tomaba lo que quería pero nunca engordaba
—¿El “Vasco” era la contracara del “Gitano”?
—Era otro estilo, pero no era mala gente. Me acuerdo del profe Solé, una máquina de correr. Iba con los primeros en la vuelta al Parque, alcanzaba los últimos y volvía al lote de los primeros.
—¡De Colón al Parque del Sur!
—Nos cambiábamos en la cancha y nos íbamos caminando...dos vueltas sin parar al parque. ¡Hoy no hago ni dos pasos!.
—¿Llegó a atajar sin guantes?
—¡Claro! Pero pero eran esos primeros guantes con lluvia. Los apretabas y salía más agua.
—¿Tenía preferencia por alguno de los dos arcos?
—Para el arquero era mejor el del FONAVI, no se ahora con la nueva platea. Pero era bravo ese arco norte con el sol de frente. Ahí, en ese arco, le atajé un penal a Carlos Bianchi cuando el “Virrey” no erraba.
—En mi época, intuición pura...¡Hoy hay mucho de alcahuetería con eso del papelito!
—¿Quién era el mejor de todos?
—El “Pato” Fillol, no había con qué darle
—¿Alguno lo tenía de “hijo”?
—¡A mí me hicieron goles todos!
—Mirá, aparezco en un libro de Fontanarrosa (“No te vayas, campeón”), donde el
“Negro” escribe de Kempes: “Una noche le hizo tres goles a Colón, en cancha de Ñuls. En uno de ellos, recordado aún por los que allí estuvieron, empalmó de volea un centro largo enviado desde la derecha por el Corcho Lamberti. Costantino, arquero de Colón, atinó a agacharse porque si no le arrancaba la cabeza”. Cuando veo la pelota, ya estaba saliendo de mi arco.
—El arquero que diga que nunca le hicieron un gol boludo, miente. Te cuento: cancha de Central clásico de reserva: patean al arco y la pelota se va afuera, claramente. En el recorrido, pica en esa marca tipo “zanja” que hacíamos los arqueros de manera alevosa para tener la referencia y se mete adentro. Me quedé parado mirando.
—¡Qué feo cuando no te sale una siendo arquero!
—Yo con Tremonti compartí entrenamientos. En ese clásico, donde lo sacan en el entretiempo, yo estaba en la platea del foso como un hincha más. Alcanzo a sacarle medio ladrillo de la mano a un plateista que lo iba a agredir. Ese día fue una de las cosas más tristes que vi en el fútbol.
“A los jugadores de Santa Fe no le perdonan una”. Raúl “Araña” Costantino, ex arquero de Colón.
Dos de colección de Italo Giménez:
¿Qué tipo de dirigentes le tocaron?
—Italo Giménez, Salerno, Marcolín, el Ingeniero De Bianchetti
—Se podría escribir un libro con la historia y las historias de Italo...
—La palabra personaje le quedaba chica. Se juega un partido con ese gran Racing en Santa Fe, a cancha repleta y ganamos 3-2. No entraba un alfiler y se había recaudado mucha plata...un montón. Estábamos festejando bajo las duchas, entra Italo con cara amargada y grita: “¡Nos robaron la recaudación!”. De golpe, parecía que era agua helada. La leyenda cuenta que ese día había acreedores hasta General López y de golpe “desapareció” esa plata.
—No debe ser la única de Italo Giménez, imagino
—Estábamos un día comiendo debajo de la tribuna oeste, en un tinglado. El “Mencho” Balbuena, con un vasito de vino de más, agarra valor y le dice “¿Italo cuando nos va a pagar?”. Entonces, Giménez lo mira sorprendido y repregunta: “¿Yo qué les debo?”.
—El “Mencho”, firme, le dice a los gritos “¡Nos debe seis meses!”. Entonces Italo responde: “¡Esperá tres meses más y tenés familia!”, le dijo. No nos quedó otra que reírnos.
En América de Cali atajó 59 partidos de titular entre 1977 y 1978 cuando partió a Ecuador a jugar en Club América de Pichincha.