La murga Agarrate Catalina presentará su espectáculo “Defensores de causas perdidas” el próximo domingo desde las 20.30, en el Centro Cultural Provincial “Paco Urondo” (Junín 2457). Las anticipadas con descuento en boletería del Centro Cultural Provincial y por www.ticketway.com.ar.
Antes de la llegada, El Litoral dialogó con el letrista y referente Yamandú Cardozo, sobre el ideario detrás del espectáculo y la trayectoria del grupo.
—Volvieron al concurso oficial después de siete años con “Defensores de Causas Perdidas”, obteniendo el segundo puesto. ¿Cómo fue el proceso de gestación de este espectáculo?
—Fue muy linda la vuelta al Carnaval. Para volver al Carnaval según está planteado el sistema administrativo-organizativo de esta fiesta hay que participar en el concurso. Entonces decidimos después de mucho tiempo de ausencia volver a participar en el concurso, fundamentalmente para volver a participar de la fiesta.
Es un poco extraño lo que sucede en el Carnaval de Montevideo: hay un gran festival de teatro popular que dura 45 noches en 20 barrios de nuestra ciudad de manera simultánea, con 50 compañías que todos los años preparan un espectáculo nuevo en música, en texto, en vestuario, y lo presentan girando en los barrios. Pero paralelamente hay un concurso oficial con una cantidad de normas y reglas. Si vos no participás del concurso no tenés chance de estar presentándote como murga en los tablados oficiales.
El concurso es un juego al que hemos jugado durante muchos años, y que hemos disfrutado de jugar hasta que deja de ser un juego; nunca fue la turbina principal a la hora de la creación y el desarrollo de un espectáculo. Siempre decíamos lo que teníamos para decir por la necesidad de compartirlo y y comunicarnos en clave de murga. Disfrutamos mucho el concurso oficial, lo jugamos, pero no entramos nunca en cuestiones que detestamos del Carnaval que han estado presentes históricamente desde siempre. La Catalina, aun sin participar en nueve carnavales es la murga más ganadora desde 2000 para acá: ganó cuatro veces, cuando hay murgas que tienen 90 ó 40 años y ganaron una, dos o ninguna.
Lo que más volvimos a disfrutar es lo que extrañábamos profundamente, lo único que es materia pendiente cada vez que no estuvimos: la comunicación directa con nuestros barrios. Y para ejercer lo que hace el Carnaval, eso descentralizador: saca el espectáculo del centro y lo mueve a los barrios, subvierte el orden habitual.
A partir de ahí el proceso creativo fue el mismo que usamos siempre. No tenemos un manual estricto pero si hay cosas que siempre tenemos presente: no escribimos de nada que no necesitemos escribir. Escribimos exactamente lo que sentimos, cómo lo sentimos, y para ser ejecutado con estas personas exactas que componen la Catalina. Nadie nos dicta un punto ni una coma, y lo que hacemos es ejercer la libertad. Después nos ponemos de acuerdo con Tabaré (Cardozo), somos los dos que estamos encargados de llevar adelante el espectáculo desde lo textual, con aportes muy sustanciales de nuestro hermano Martín, de Darío Rabotti, que hace la puesta en escena, de Alfredo Iriarte, de los compañeros y en mi caso particular de la Vito (Victoria Gómez Iriarte) que comparte no sólo la murga sino la vida conmigo desde hace 18 años.
Siempre teniendo en cuenta el presente del colectivo pensamos con Tabaré los espectáculos y lo que hacemos es ponernos a tono de nuestras necesidades personales, a partir de ahí elegimos un hilo conductor y empezamos a escribir cada uno por su lado, los dos juntos, a romper lo que trae el otro para armar una cosa nueva y utilizarlo de peldaño.
—En el espectáculo ponen en crisis la idea de lucha de clases y muestran cómo las cosas parecen ser lo que no son. ¿Cómo se logra hacer pie en este época de terrenos movedizos?
—Utilizamos la lucha de clases como un excusa, es un trampolín. Pasamos por la lucha de clases para hablar de lo que más nos preocupaba el concepto de brecha y de grieta, que creemos que está muy presente en el contexto de la región: creemos que es un error entrar por esa puerta y comernos (haciendo un paralelismo futbolístico barato) ese gol tonto. Creo que la grieta es un concepto de ficción: no hay nada que nos defina como enemigos de quien está enfrente, nada más que porque circunstancialmente vota otra cosa. No hay nada que te lleve a ser el enemigo a muerte de esa persona. Sobre todo a nuestra escala tamaño peatón, tamaño vecina, gente que no maneja las corporaciones y no decide los destinos del mundo.
Cerrar la cortina, romper para siempre los ligamentos de coalición a nivel de vecindad es un error horroroso que termina siendo funcional. En una sociedad más sólida, de tamaño barrio, de unidad en la diferencia y en la discrepancia, del debate profundo de ideas, pero lejos del odio, es más difícil que se cuele discursos terribles como el de (Jair) Bolsonaro.
Siempre me he manifestado izquierdista, estoy parado en un lugar que tiene más que ver con la solidaridad, con lo colectivo, con lo de a muchos y muchas; y la izquierda en la que quiero creer ha representado mejor esos valores. Pero como izquierdista pienso que hay que tener lucidez y la libertad de no firmar letra chica; hay que tener la posibilidad de ejercer la disidencia. Eso no quiere decir ser naif y pensar que se puede reconciliar lo irreconciliable, sino multiplicar el pensamiento y ser valiente.
Desde ahí tratamos de hacer humor y caricatura. Se hace pie (en nuestro caso) diciendo lo que tenemos que decir aunque no se corresponda con la agenda política de quienes en teoría son la gente de nuestro propio bando. Aunque sepamos que hacemos una caricatura incómoda, aunque nos duela y nos incomode como seres políticos se hace pie si uno hace lo que su identidad artística le manda. Bienvenido el arte que desde la convicción y lejos del odio hace debatir.
—¿Cómo influyó el proceso electoral uruguayo en la escritura?
—Siempre lo tenemos en cuenta, los radares alerta, porque somos seres políticos y estamos interesados en lo que pasa en nuestro país y nuestra región. Pero como decía antes, cuando nos urge decir algo desde el humor y la canción no lo ligamos a lo que nos dicte la agenda política, las urgencias o los mandatos. En el año electoral a la caricatura de la grieta probablemente hubiera personas que a la caricatura de la grieta no sólo la juzgarán incómoda sino además en un momento inoportuno. Pero necesitábamos hacerla y de hecho la hicimos. Apostamos por una pancarta hacia el intento de la lucidez y la disidencia, con el fin siempre de estar parados en el lugar del mundo que se juegue por la otra mitad del mundo.
Lo medimos y lo sopesamos pero no influyó. Igualmente siempre un año electoral siempre es insumo, es barro para nuestra caricatura con el que hacer nuestra obra, y lo será el carnaval siguiente para la Catalina y para todas las murgas.
—Siempre se caracterizaron por la fusión musical de géneros, y de sumar la creación propia a canciones populares. ¿Cómo se trabajó eso en esta ocasión?
—Tanto Tabaré como letrista y compositor; yo como letrista que este año aporté una música descubierta y armada por mí; Martín como alguien que aporta ideas desde textual, lo escénico, lo humorístico y lo musical; Eder Fructos como compositor de algunas músicas; otros compañeros que traen músicas; a todos nos divierte el ejercicio de la murga de utilizar músicas preexistentes. Pero también conceptualmente disfrutamos la creación a propósito: hicimos muchos años música inédita completa. Tabaré hizo “Gente común” en 2011 de punta a punta.
Este año hicimos las dos cosas: metimos muchas músicas de algunos compañeros y también utilizábamos otras. Buscábamos una sonoridad muy carnavalera, también el vestuario es el más murguero que hemos utilizado en la historia. En la retirada cantamos a las murgas de La Teja, las murgas ideológicas de los ‘70 y ‘80, entonces compusimos músicas que sonaran a eso.
—¿Cuáles son las causas perdidas que vale la pena defender hoy en día?
—Hay una cantidad de causas, este espectáculo apunta a eso: agradecer y homenajear a quienes han defendido pleitos impeleables. La defensa de la utopía la juzgo necesaria. Creo que la causa que voy a defender eternamente y estamos más cerca es lo colectivo, la creación de un mundo a escala donde el otro y la otra tengan importancia y decisión; que estén siempre presente a la hora de ser sustento en esta historia. En un mundo cada vez más fragmentado en lo particular y lo individual creo que lo que tiene que ver con la solidaridad, con el ver al otro más como un prójimo que como a un enemigo es una causa que vale la pena y que intento salir a pelear en cada ámbito de los que me muevo.
—¿Es el arte una causa perdida o es el último refugio para defender aquellas a las que nadie le aguanta los trapos?
—Los artistas que conforman la Catalina, este Frankenstein que camina y ha dado la vuelta al mundo como un grupo de un país minúsculo en el mundo°; que es ghetto en sí mismo; somos defensores de causas perdidas. Y el artista y el arte en general pienso que también: quien hace arte ofrece una visión un poco más amable del mundo: que defiende un puente que vive hasta que se baja el telón, y que inaugura una patria nueva cada vez que se sube el telón.
No importa el idioma que tengas, ni tu bagaje cultural, hay posibilidades de reconocer la visión del mundo que plantea el arte, que pierde con la realidad cuando se termina la función, dejás de ver el cuadro, dejás de escuchar la canción, o cerrás la última página del libro. Pierde o no.
—Son exponentes de un género propio de la capital de un “paisito”, como dicen ustedes. ¿Cómo es convertirse en embajador y llevar ese arte por el mundo?
—No somos los dueños de la bandera, apenas la tenemos, y no somos la bandera, hay otra cantidad de gente que la llevaría igual de bien que nosotros, que tendrán que llevarla en otro momento, y tienen otra manera de llevarla y otro hacia dónde.
Teniendo en claro eso, es muy emocionante ver que lo que hacemos conecta en cualquier parte del mundo. Estuvimos en los cinco continentes, en 22 países, traducidos a más de 17 lenguas. Conectamos y estamos menos solos desde que empezamos a salir. Esperanzador que el bicho humano, una maravilla y una porquería es capaz de esa patria que dura mientras está abierto el telón.
—¿Qué se viene para el futuro de la Catalina?
—Espero que muchísimos kilómetros más, partiéndonos la garganta y poniéndole el cuerpo a esta expresión que nos ha salvado la vida. Mucha búsqueda nueva, desafíos que nos hagan patear nuestras propias estanterías, que nos hagan rompernos y rearmarnos; mucha cosa nueva y vieja que nos re enamore. Mucha murga por cantar y por compartir. Y que nos encuentre ese camino siempre apostando a lo colectivo como bandera.