Apenas 14 años le bastaron a Rubén Darío Mendoza para conocer lo mejor y lo peor de la vida.
Detalles del caso del chico hallado muerto en el río. Sin novedades en la investigación.
Apenas 14 años le bastaron a Rubén Darío Mendoza para conocer lo mejor y lo peor de la vida.
En su breve existencia supo del amor de una familia y también conoció el desgarro de la soledad. En el más amplio de los sentidos, Apolo (tal el mote con el que todos lo conocían) vivió a máxima velocidad. Y en ese vértigo encontró la muerte.
Pese a ser nacido y criado en una zona costera, su gran pasión eran los autos y las motos. Le encantaba armar y desarmar motores, como así frecuentar el taller mecánico de un vecino.
Quería ser mayor
“Siempre fue un chico especial”, dice su padre, Rubén Italo Mendoza (69), un ex empleado de la provincia, hoy jubilado y dedicado a la compra y venta de vehículos, como así también de tierra y escombros.
Sus hermanas, Verónica, Agustina y Perla, comparten la definición de su padre aunque agregan un detalle sugestivo: “Apolo no quería ser un chico. El quería hacer cosas de grandes. Quizás por eso todos los años comenzaba la escuela y todos los años la dejaba.”
Apolo quería ser mayor, pero no dejaba de ser un niño. Como aquella madrugada en que su padre se levantó para tomar unos remedios y lo “pescó” mirando por televisión dibujitos animados.
El descenso
Apolo estaba en búsqueda de emociones nuevas y en esa búsqueda tomó por el peor de los caminos.
De pronto comenzaron a aparecer amigos nuevos, todos mayores que él, y de los que nunca se supo qué actividad tenían o dónde vivían.
La “mala junta” hizo que este chico cambiara de personalidad. En poco tiempo pasó de ser amigable y se puso en modo agresivo.
Las peleas con su padre se hicieron cada vez más frecuentes. Fuertes discusiones que estallaban cuando el adolescente le pedía dinero.
Hubo una ocasión incluso que luego de estos incidentes Apolo se fue de su casa, para irse a vivir dentro de un desvencijado micro de larga distancia, el que estaba a medio desguazar. Allí pasó varias noches hasta que se le fue el enojo.
Pero de pronto Rubén comenzó a notar extrañas situaciones en su hogar.
De un día para el otro el gas de una garrafa se terminaba en cuestión de horas. También comenzó a faltar combustible de sus vehículos.
No pasó mucho hasta en que se descubrió todo. Apolo era quien estaba “aspirando” el gas y la nafta. El abismo.
Última noche
Lo último que se sabe de Apolo remite al viernes 28 de junio. Aquella noche el chico volvió a discutir muy fuerte con su padre (siempre por dinero). Destrozó su celular contra una pared y se marchó.
A partir del sábado 29 nada más se supo de él.
“El cuando se enoja conmigo se va a pie y no lo veo más. Lo esperé toda la noche pero nada. Al otro día me voy de los vecinos y tampoco sabían nada. Entonces me fui a la comisaría e hice la denuncia”, recuerda Rubén.
Días después fui a la gomería a arreglar un neumático y el gomero me dice: “Acá tu hijo tiene una cuentita de 6 mil pesos de aceite. Andaba en una moto grande haciendo ‘willi’ por la ruta”, me dijo.
El viernes 5 de julio, cuando la ciudad estaba conmovida por el crimen del chico Diego Román en Recreo, Apolo fue hallado muerto en el río Colastiné. Tenía sus piernas atadas con un cable. La firma de un acto mafioso.
“A mi hijo lo mataron los narcos de acá de la costa. El sabía quiénes vendían y quiénes la ‘bajaban’. En Colastiné y en Rincón hay droga en cantidades y la policía mira para otro lado”, culminó.
Dos asaltos violentos
Mientras Apolo seguía preso de sus adicciones, su padre comenzó un verdadero calvario tratando de rescatarlo. Muchas fueron las puertas que golpeó pero en ninguna fue escuchado.
Y en medio de este vendaval, Rubén sufrió dos terribles asaltos en su domicilio; hechos que fueron ocultados por las autoridades y que podrían guardar vinculación con el trágico fin del adolescente.
* Miércoles 13 de marzo: “A las 8 se me aparece un tipo vestido como operario de los que trabajan en la ruta. ¿Tiene tierra para vender?, me preguntó. Después me quiso comprar un jeep. Lo llevo hasta un galpón y aparecen dos mas. Me atan de pies y manos, me encapuchan, me golpean”, narró Rubén a El Litoral.
“Me llevaron un Peugeot 206; una moto 110 cc; dinero en efectivo, gran cantidad de máquinas y herramientas. Todo lo cargaron en una camioneta. Pero los males no terminaron allí.
* Domingo 17 de marzo: “Llega un remises acá. Se baja un muchacho que me di cuenta era el mismo que me había hablado en el robo anterior. “Vengo a buscar los 50 mil pesos que debe el Apolo. Hay que dárselos al comisario.
En ese interim Apolo habla con la vecina y ella viene hasta acá y me dice ‘¿Rubén qué está pasando?’. El tipo se mete adentro del auto y saca una 9 mm. Me dispara pero no sale el tiro. Apolo sale con un auto para chocarlo y el tipo le tira y el proyectil pegó en el parabrisas. Todo esto esta denunciado y nadie hizo nada”, se quejó.
Hermetismo
Las investigaciones por la muerte de “Apolo” Mendoza, como la del chico Dieguito Román continúan sin novedades (no hay detenidos) y reina el mayor de los hermetismos.