(Enviado Especial a Porto Alegre, Brasil)
El pedido fue de Pekerman a Grondona. Un año antes, la Real Federación Española lo quiso convocar a un torneo de cadetes y Messi dijo que no. A la Argentina le dijo que sí cuando tenía 17 años y un día de vida, pero ya hacía varios años que vivía en la Macía.
(Enviado Especial a Porto Alegre, Brasil)
El 25 de junio es, en sí, una fecha histórica para el fútbol argentino por aquél título en 1978. Pero pocos recuerdan que un 25 de junio de 2004, se produjo algo que hoy, con semejante paso del tiempo, no tiene tanta significación, pero que marcó un hito fundamental. Ese día, Lionel Messi hizo su primer entrenamiento con la selección sub 20 y cuatro días después debutó ante Paraguay, convirtiendo un gol. Messi apenas tenía 17 años recién cumplidos y se calzaba por primera vez la ropa de la selección, iniciando este largo camino que todos deseamos que pueda tener su coronación con lo que le falta: ser campeón con la mayor.
Pero el hito no se refleja solamente por lo que fue –y es- Messi en el fútbol, sino por la historia previa y los “riesgos” que pudo haber tenido si en aquél entonces no se lo convocaba. José Néstor Pekerman había encabezado, diez años antes, un histórico ciclo a cargo de las juveniles. Y fue él quien tomó conciencia del peligro que significaba demorarse un día más en convocarlo.
En 2003, la Federación Española de Fútbol había tentado a Messi, que todavía tenía edad de “cadete” en España y acunaba sus sueños de grandeza en la Macía, para jugar en la selección juvenil de ese país. Messi se negó, no quiso. Si daba el sí, Messi hubiese jugado para España y Argentina se habría privado de tenerlo, como se privó durante su etapa de formación.
José Néstor Pekerman convocó a Julio Grondona y a Hugo Tocalli, por entonces el entrenador de aquella sub 20, para que se organice rápidamente un amistoso y se lo convoque. Seguramente, José habrá tenido el dato concreto de lo que se venía, el riesgo que suponía una nueva avanzada de los españoles y la sabiduría para entender que se trataba de un crack en ciernes que no le iba a decir que no a la convocatoria de su propio país.
En Barcelona veían que el crack avanzaba a pasos agigantados, pero todavía no estaba para tirarle la responsabilidad. Los catalanes avizoraban que llegaba un “Mesías” llamado Messi, lo esperaban con los brazos abiertos, expectantes, pero el teléfono de su padre, Jorge, sonó desde Buenos Aires para que el pequeño Lionel viaje a la Argentina e ingrese, hace exactamente quince años, por primera vez al predio.
Desde ese momento se empezó a escribir esta historia de 156 partidos (133 en la selección mayor y 23 en juveniles), de 12.602 minutos con la celeste y blanca en la cancha, de 84 goles en total (68 en la mayor y con el record histórico que le arrebató a Batistuta y 16 en juveniles) y con dos títulos: el Mundial sub 20 de 2005 (con Pancho Ferraro de entrenador) y el oro olímpico en 2008.
Una vez, la historia completa sobre la convocatoria de Messi para jugar por Argentina, se la contó el mismo José Néstor Pekerman a El Litoral, en un bonito y particular lugar de Johannesburgo llamado Montecasino, en plena disputa del Mundial de Sudáfrica. “Y muchos creyeron que aquella imagen en el Mundial de Alemania, de Lionel sentado en el piso con los botines en la mano al lado del banco de suplentes, era de fastidio y enojo. Se quedaron con esa imagen y la realidad es que el pibe nunca me dijo nada. Al contrario, al poco tiempo o pocos años le dieron el premio al mejor jugador del mundo y me lo dedicó a mí”, dijo José esa vez.
El mayor deseo es que esos 156 partidos se conviertan el domingo 7 de julio en 159, que los 84 goles trepen a varios más y que por fin una copa sea levantada por él. Sería la mejor imagen, la postal más esperada, la foto que daría la vuelta al mundo y con la que Messi también marcaría una diferencia sobre ese gran competidor contemporáneo con el que hubieron luchas titánicas por ser el mejor: Cristiano Ronaldo.
Quince años pasaron desde aquél primer entrenamiento, desde el comienzo de una historia que aún no tiene final. Y ahí está, empecinado en seguir, en no darle nunca la espalda a la selección y en arriesgar todo por lo que siempre quiso y no pudo lograr: ser campeón con Argentina. En España tenía todo, España le daba todo. Sin embargo, eligió otra cosa. Es bueno recordarlo siempre, sobre todo aquéllos que suponen que porque no canta el himno no siente el país…