Roberto Casabianca
Roberto Casabianca
Para los procesos de beatificación la Iglesia ha planteado siempre presentaciones engorrosas y extremadamente rigurosas, las que no parecen haberse utilizado en el caso del Obispo Angelelli, en donde no aparecen virtudes heroicas o simplemente verdaderamente católicas.
El martirio para la Iglesia presupone dos condiciones, que haya un crimen y que este haya sido cometido por odio a la fe.
Para llegar a la beatificación la iglesia siempre ha priorizado la ejemplaridad cristiana en la vida de una persona.
Sin embargo en los años setenta los asesinatos con la mayor crueldad y en presencia de los suyos de tres ejemplares católicos como fueron Carlos Sacheri, Jordán Bruno Genta y Raúl Alberto Amelong, no tuvieron ese privilegio.
Por ello la elevación a los altares de Angelelli está llena de dudas lo que ha provocado serias críticas a los fundamentos que la avalan.
Cierto es que en otros casos han existido discrepancias, pero en ninguno se ha dado una oposición tan marcada por lo que, la misma se parece más fundada en un acto político priorizado sobre la fe.
En 1969 Joseph Ratzinger, adelantaba situaciones penosas para la Iglesia, en función de los cambios de doctrina producidos por algunos estudiosos bíblicos que la transformarían en otra cosa.
Si dudas el catolicismo está en crisis con fieles que pierden la fe y abandonan la Iglesia.
En este aspecto, su papado se caracterizó por la revalorización de la fe sobre la influencia política de la Iglesia.
Un grupo de abogados y exjueces católicos de la ciudad de Buenos Aires, en Octubre de 2018 apelaron al Vaticano para que frene la beatificación, enviando a Roma un escrito dirigido a los Cardenales EE.RR Robert Sarah / Giovanni Angelo Becciu: Congregación para el Culto Divino y para la Causa de los Santos, en el que manifiestan que “movidos por el amor a Cristo y a la Iglesia y por nuestro afecto a la Augusta Persona del Santo Padre Francisco” cuestionando con su opinión letrada, sobre la exactitud de hecho y derecho que se mencionan en el decreto de beatificación y, alertan sobre la conducta de Monseñor Enrique Angelelli como pastor de La Rioja y sobre las circunstancia de su fallecimiento.
En este documento los letrados expresan que Angelelli presentaba una conducta incompatible con la Fe Católica y las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia con actitudes que estuvieron “notoriamente signadas por la corriente del llamado tercermundismo, con simpatías hacia los grupos guerrilleros como Montoneros” y recuerdan además “los duros enfrentamientos que protagonizó con amplios sectores de fieles que no admitían el giro ideológico que asumió en su etapa al frente de la diócesis riojana” en donde llegó a tomar medidas contra los miembros del clero que no adherían al tercermundismo. (*)
Los mayores conocemos muy bien la influencia de esos grupos tercermundistas que enviaron a muchos jóvenes a un camino de violencia sin regreso plegándose a movimientos filomarxistas.
Una de las consideraciones que se han planteado sobre su accionar, tiene que ver con una fotografía del Obispo celebrando misa con el escudo del grupo Montoneros a sus espaldas.
¿Esto se ha utilizado para difamarlo?
Decir que, Montoneros era una agrupación juvenil como son otros agrupamientos políticos juveniles hoy conocidos, es de una ignorancia supina.
Basta con considerar la carta que dirigieran a Perón el 9/2/71 para comprender ese espacio de nuestra historia.
En ella le planteaban la estrategia de la guerra revolucionaria diciendo: “Tenemos clara una doctrina y una teoría de la cual extraemos como conclusión una estrategia también clara: el único camino posible para que el pueblo tome el poder e instaure el socialismo nacional, es la guerra revolucionaria total, nacional y prolongada que tiene como eje fundamental y motor al peronismo. El método a seguir es la guerra de guerrilla urbana y rural”.
Por otra parte la organización empezó a crecer a partir de 1966, consolidándose con ese nombre en 1970, cuando surge a la luz con el secuestro y posterior asesinato del ex presidente Aramburu el 1 de Junio de 1970. Este golpe inicial, dio a Montoneros un espacio político mayor al de otras organizaciones guerrilleras que actuaban en esos años en la Argentina.
Aunque mucho se ha escrito sobre la muerte de Angelelli, es importante hacer un raconto sobre las causas iniciadas por su fallecimiento.
El 4/8/76 fallece tras el vuelvo de su automóvil.
Con el resultado de la autopsia y los peritajes se archivó la causa caratulada Angelelli, monseñor Enrique A. s/fallecimiento.
Fueron el fraile Antonio Puigjané, uno de los atacantes al cuartel de La Tablada, junto con el Obispo Jaime De Nevares los que formularon la denuncia con la que se planteó el asesinato de Angelelli en 1986 como accidente provocado.
En ese mismo año, Monseñor Bernardo Witte, obispo de La Rioja, expresaba en el diario La Prensa “Nos sorprendimos que la misteriosa muerte de Monseñor Angelelli haya sido caratulada de asesinato sin que se tengan pruebas suficientes” avalando así al accidente como tal.
Monseñor Witte también en ese año recibió ante su presentación voluntaria, a un operario al que se le había negado permanentemente ofrecer su testimonio al Juez del Crimen Aldo Morales, como único testigo del accidente.
Este hombre estaba en ese momento trabajando en un poste de línea de alta tensión y produjo un relato pormenorizado refrendado por Monseñor Witte el que fue depositado en una escribanía.
Uniendo la afirmación del prelado con la declaración del testigo, la única conclusión posible es que este no observó la maniobra que manifiestan los denunciantes sobre el vehículo de Angelelli.
En 1990 la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba dictaminó que, a pesar de las investigaciones realizadas, resultaba imposible asegurar que el accidente hubiera sido provocado por una acción dolosa, manifestando que “atento que los medios de justificación acumulados no son suficientes para demostrar la perpetración del delito, en concordancia con el fiscal de Cámara, este tribunal estima pertinente dictar el sobreseimiento provisional de la presente causa”.
En el año 2006, Jorge Bergoglio, a cargo de la Conferencia Episcopal Argentina, designa a Monseñor Carmelo Giaquinta como cabeza de una comisión para que analice la muerte de Angelelli no pudiendo encontrar la misma evidencias de un asesinato.
Las carta de los Católicos Argentinos enviada al Vaticano expresa: “Las afirmaciones de Puigjané no fueron acompañadas de ninguna clase de constancias probatorias, sin embargo, algunos organismos de derechos humanos y los sectores ideológicos ligados a la extrema izquierda, dentro y fuera del ámbito eclesial, se hicieron eco de esta versión. A raíz de ese clamor la causa judicial por la muerte del Obispo Angelelli fue reabierta en dos ocasiones”.
La primera es la mencionada de Puigjané y De Nevares finalizada en 1990 por la Cámara de Apelaciones de la Provincia de Córdoba como mencioné.
Y continúa la carta: “La segunda fue en 2014. Luego de un nuevo proceso durante el cual no se aportó ninguna evidencia distinta a la del proceso anterior y sin haberse demostrado la existencia de autores inmediatos se dictó la sentencia que condenó a dos jefes militares, treinta y ocho años después del suceso, como autores mediatos de la muerte de Monseñor Angelelli”.
Me pregunto si fue prudente declararlo mártir cuando muchos han declarado en contra de este acto político de la Iglesia.
Con esta decisión se produce una fisura que la divide, dejando de lado sus pastores la función de apacentar a sus fieles más que hostigarlos.
Sería muy razonable cumplir con la doctrina cristiana dejando de lado la teología de la liberación ajustándonos al accionar de Benedicto XVI, que en su papado revalorizó la fe sobre la influencia política de la Iglesia, como he dicho anteriormente.
“Comenzar es de todos, perseverar, de Santos”, Josemaría Escrivá.
(*) Infovaticana 19/10/2018
Cierto es que en otros casos han existido discrepancias, pero en ninguno se ha dado una oposición tan marcada por lo que, la misma se parece más fundada en un acto político priorizado sobre la fe.
En 1969 Joseph Ratzinger, adelantaba situaciones penosas para la Iglesia, en función de los cambios de doctrina producidos por algunos estudiosos bíblicos que la transformarían en otra cosa.