“¿Aguantan o ya se durmieron? Miren que yo sigo”, advertía, Ruth Harf, a los docentes que se capacitaron con ella durante el último miércoles, en nuestra ciudad. Con énfasis y energía, la prestigiosa educadora cautivó e interpeló a su público; y haciendo uso de su vasta trayectoria, compartió experiencias y conocimientos. Una combinación letal para que los futuros maestros provinciales caigan rendidos ante sus palabras. “Lo importante es la estrategia”, repetía ante el micrófono, como en un desliz de sabiduría.
Fue invitada por los institutos de formación superior Jerárquicos, ICOP, Adoratrices, Sara Faisal, Brigadier Gral. Estanislao López y Los Colonizadores. Repartida en dos jornadas (por la mañana, para inicial, primaria y secundaria; por la tarde, para los de nivel superior, impartió cátedra a unos quinientos estudiantes de profesorados en educación. Y en un breve impasse —saludos, consultas y café de por medio— concedió unos minutos para dialogar con El Litoral.
“Trato de moverles la silla”, grafica, respecto de aquello que didácticamente llama “desaprender”. Y agrega: “Intento transmitir que dejen de pensar exclusivamente en la práctica docente. Yo quiero que reflexionen sobre su propia biografía escolar. Cuando están estudiando, es necesario que rompan los esquemas con los cuales ellos aprendieron siendo alumnos; si no, resbala todo lo que enseño”.
— ¿Con qué trabaja un educador? ¿Cuál es la materia prima con la que construye el conocimiento de los demás?
— Hace algunos años, la idea era que, cuanto más se sabía de antemano, más garantías de que el otro aprenda al momento de la enseñanza. Hoy en día, más que saber contenidos, los docentes tienen que ser expertos en estructuras del aprendizaje, en saber de qué forma aprenden los alumnos.
Esto sucede porque estamos atravesando un cambio de paradigma. Ello implica pasar de una escuela centrada en el docente, en donde la enseñanza garantizaba el aprendizaje (y el que no podía era por dificultades personales), a una escuela centrada en el alumno, en donde importa cómo ellos se apropian del conocimiento.
Esto se debe a que nos dimos cuenta que el aprendizaje es mucho mayor cuando el estudiante “hace” que cuando “repite”. Parece algo reciente, pero hay muchos académicos que hablan de esto hace bastante tiempo.
Los docentes tienen que pensar más en este tipo de cuestiones. Por ejemplo, algo que yo me pregunto es porqué los chicos aprenden rápido a jugar un videojuego, con todas las vueltas que ello tiene. Y yo veo que eso pasa porque tienen un desafío que superar, algo que los atrapa, que los atrae.
— En este “aprender haciendo”, ¿cómo influye un contexto nacional en el que uno de cada dos chicos es pobre?
— Es complicado. Suelo abordar los temas de diversidad e inclusión, que refieren a las necesidades educativas especiales; pero, en estos momentos, hay muchos jóvenes que están en situación de emergencia. Por esto creo que el planteo no debiera ser sobre qué características tienen los alumnos, sino con qué barreras se encuentran.
Por barreras que dificultan el aprendizaje quiero decir, por ejemplo, que le pidan libros que no puede comprar, que viva lejos de la escuela o que su familia tenga que apuntar al sostenimiento de la casa antes que al de su educación.
— Y desde la docencia, ¿qué estrategias pueden ser útiles?
— Tenemos que pensar cómo podemos hacer para que puedan saltear esas barreras. No podemos resolver los problemas sociales, pero sí enfocarnos en las estrategias que aplicamos. Me parece que lo mejor es todo aquello que afecte a la motivación, lo que genere “ganas de hacer”, las formas lúdicas y del divertimento.
De todas formas, para poder mejorar, tenemos que dialogar un poco más y poner de manifiesto lo que nos pasa. Hay que saber que las barreras pueden ser del sistema y de la formación docente. Las barreras del sistema son las diferencias entre escuelas de gestión privada y gestión estatal; o también que muchos estudiantes necesiten de una ayuda económica (como el Progresar), y no les llegue o no les alcance.
Mientras que una barrera en la formación docentes es, a veces, que nos cuesta aceptar que se aprende mejor con un buen vínculo que con un gran sabio. Poco importan los reconocimientos académicos, qué genio se es y cuántos libros se hayan escrito, si después se causan maltratos. El conocimiento no tiene nada que ver con la descalificación, la segregación ni la discriminación.
Además de las del sistema y las de formación, el docente se enfrenta con muchísimas otras barreras como las de la persona, de la sociedad...
— Al penetrar en la forma en que nos vinculamos con el mundo, ¿el avance tecnológico se impone como una nueva barrera?
— El docente debe evaluar la conveniencia de la tecnología para sus alumnos. No es necesario saber usar todas las herramientas, sino que es mejor poder usar aquellas que sean cómodas. Por este motivo, al comienzo de una de las conferencias, expliqué algunas cuestiones que considero importantes (*ver apartado).
Repito algo que dije, un poco en broma, un poco en serio: quiero que los docentes se sienten a ver cómo juegan los chicos con los videojuegos. Con estos dispositivos aprenden estrategias cognitivas, procedimientos, relaciones. Todos los contenidos de los lineamientos curriculares los sacan de ahí.
A su vez, creo que tenemos que saber manejarnos en la realidad en la cual estamos inmersos. Por ejemplo, por mi trabajo viajo a distintos lugares del país y veo que no en todos lados hay internet, pero sí torres de telefonía celular. Entonces, tenemos que aprovechar estos dispositivos tecnológicos.
— Teniendo en cuenta la evaluación por contexto, ¿qué opinión le merecen las pruebas estandarizadas como Pisa o Aprender?
— Si te digo lo que pienso sería una falta de respeto (risas). Cuando reflexionamos para qué se evalúa a los alumnos, la mayoría considera que es para saber cuánto aprendieron. Ahí ya andamos mal. Las evaluaciones tienen que servir para aprender.
Volvemos al cambio de paradigma. Entiendo perfectamente el mandato frente a la sociedad de conocer cuánto se saben los contenidos, pero la finalidad tiene que estar puesta en ver cómo se puede mejorar el aprendizaje.
Para generar un cambio en los futuros docentes, primero tenemos que entender de qué manera fuimos formados cada uno de nosotros. Esto no es fácil. Ya cuando somos estudiantes, nos ponen un siete y ni nos interesa qué nos faltó. Y si algún alumno llega a preguntar, capaz el docente te amenaza con ponerte un cinco la próxima. Nos enfocamos en aprobar y no en aprender. Por eso surge la típica pregunta de un alumno de secundaria: “Profe, ¿esto entra o no?”. Yo no entiendo a dónde quieren que les entre.
Respecto de la pregunta sobre las implicancias tecnológicas en la educación. Harf se explayó sobre determinados contenidos de sus presentaciones y nos dejó el link a través del cual se puede acceder y descargar el material. “Es algo que preparo, desde mi casa para las conferencias, y que muchos me dicen que después les sirve para aplicarlo en las aulas”, agregó, ante el gesto de solidaridad.
— Se refirió a las cuestiones de género, muy presentes hoy en la sociedad y en el ámbito educativo ¿Qué la ocupa de estos planteos?
— Son cosas de mucha discusión. Me pasó que, en ocasión de mi visita, la hermana Marta me llevó a ver los baños nuevos que se están haciendo. Yo le pregunté: ¿Para quién son? ¿Para varones y mujeres, o para personas? Personalmente, lo que yo quiero es que se respete mi privacidad y mi intimidad.
A diferencia de la sexualidad, creo que el planteo del género tiene que ver con las relaciones de poder. Me parece que son dos cosas que tenemos que diferenciar. Para mí, una violación es violencia sexual. Mientras que la diferencia en el salario entre un hombre y una mujer, es violencia de género.
Insisto en que son temas en que se puede debatir muchísimo. Por suerte, yo no necesito llegar a un acuerdo, me gusta más provocar pensamientos en el otro.