En su Convención de 2017, los radicales santafesinos debían definir si en la Provincia seguían con el Frente Progresista, Cívico y Social o se iban con Cambiemos. Eligieron no definirlo y permitir la participación de sus afiliados, en ambos.
Las letras de una sigla centenaria. Las tristes alusiones -de los propios radicales- por quien se queda con “el sello” del partido. Los límites del pragmatismo. Los devaneos entre un viejo y un nuevo amor.
En su Convención de 2017, los radicales santafesinos debían definir si en la Provincia seguían con el Frente Progresista, Cívico y Social o se iban con Cambiemos. Eligieron no definirlo y permitir la participación de sus afiliados, en ambos.
Uno de los que intervino en aquel debate caliente, dos años atrás, recordó que la Unión Cívica fue Radical a partir de 1891, cuando Mitre (con el auspicio de Roca) creó la Unión Cívica Nacional y Alem la UCR, radical.
“Que se rompa pero que no se doble”, fue la síntesis que marcó el deber ser de ese partido en su lucha por los valores democráticos y su enfrentamiento con los conservadores.
¿Por qué no se rompió acá hace dos años? ¿Por qué ahora cruje la UCR en Santa Fe? ¿Cómo es posible que se imponga una salida (la intervención) auspiciada sólo por una corriente minoritaria entre los dirigentes radicales de toda la bota?
Algunas respuestas provisorias: 1) El radicalismo nacional parece haber venido a ponerle orden a la interna de Cambiemos, más que a la de los radicales, ya partidos por sus simpatías y antipatías por los oficialismos nacional y provincial.
2) La enorme mayoría de los dirigentes radicales sigue en el Frente que gobierna la Provincia.
3) En la Convención de 2019 (ahora intervenida) no pudo resolverse lo que en 2017 se había elegido dejar para más tarde. Sobre todo porque se descubrieron las ventajas de no resolverlo.
4) La discusión radical en Santa Fe fue zanjada en términos muy pragmáticos. Pero la ideología existe. Persigue y en algún momento alcanza aún a quienes han dejado de prestarle atención. Lo “nacional” y lo “radical” de este asunto no pueden ignorarse.
A dos puntas
La interna de Cambiemos fue demasiado para el radicalismo. Mostró sus contradicciones a un punto en que se convirtió en inviable. ¿Puede jugarse a dos puntas indefinidamente? ¿Es posible que un partido pueda ser tanto progresista en Santa Fe como macrista a nivel nacional? El experimento duró apenas dos años, a pesar de que parecía ser conveniente para todos: se podía incluso gozar de los devaneos entre este nuevo y aquel viejo amor. O entre el amor verdadero y el noviazgo de vacaciones, si se prefiere.
Hace años que en política no se castiga la infidelidad a los compromisos personales, y mucho menos a las ideas. Pero cuando se pensó que lo mejor era “que se doble pero que no se rompa” hubo algo más que una creativa manera de permitirle a cada afiliado actuar según sus gustos y simpatías por la alianza nacional o el Frente provincial.
Lo peor es que muchos radicales -sobre todo en segundas y terceras líneas- prefirieron tener abiertas las dos puertas, la del oficialismo nacional y la del provincial... No sea cosa que le vaya bien a los otros y uno quede del lado de los perdedores, lejos de los cargos.
En el centro de la escena
José Corral ahora encabeza el corralismo. Ese término se acuñaba sólo en la capital provincial hasta hace poco tiempo para hablar -entre periodistas que siempre buscan cómodas etiquetas- de colaboradores directos o muy directos del intendente. Era casi un chiste. Sin embargo, la manera como Corral manejó la crisis que le produjeron la derrota de sus candidatos en la elección de concejales hace dos años y especialmente los desplantes de su antecesor, Mario Barletta, han hecho que ahora se diga así, con toda naturalidad: corralismo.
No es un premio fortuito, sino el pozo nutrido que se lleva quien apuesta fuerte y constantemente. ¿Quién fue el opositor más visible al gobierno del FPCyS? ¿Quién logró pese a su derrota electoral de 2017 debatir de políticas públicas con la Casa Gris en términos que la gente entiende sobre tarifas e inseguridad? ¿A quién le dedicó más esfuerzos la maquinaria política del gobierno provincial, en actos, inauguraciones y algunas chicanas?
El intendente de Santa Fe es el precandidato del Grupo Universidad de la UCR para Cambiemos. Hasta ahora no ha actuado nunca bajo impulsos emocionales y sus pasos parecen haber sido siempre muy meditados.
Cuesta creer que -como se dice entre los radicales heridos por el Comité Nacional, tanto los frentistas como los macristas enfrentados a Corral- que la intervención haya sido un “error político de José”.
Sólo en tren de adivinar: ¿no será que Corral debía resolver -con Alfredo Cornejo- el alineamiento de la UCR santafesina en Cambiemos para pedir con más argumentos al presidente Mauricio Macri que le despeje el camino? Nadie más puede imponer la unidad en Santa Fe. En una semana se sabrá.
El cambio de posición de Elisa Carrió -que hasta ayer, con términos muy duros, descalificaba a Corral- es un dato que favorece esa especulación. Además, se divulgó en las mismas horas en que se produjo la intervención.
También debe decirse que la imposición de las autoridades nacionales de la UCR debía lograr al menos dos tercios del Comité Nacional de la UCR, según su Carta Orgánica. Y que logró la unanimidad de un cuerpo en el que se reúnen los dirigentes que en distintas provincias, en ciudades o en ciertos distritos relevantes del país tienen cuotas de poder dentro del radicalismo.
Ahora la presión -como se dijo en “La interna de James Dean”- irá en esta decisiva semana sobre Federico Angelini, que ya tiene la foto con radicales macristas no corralistas (acaso ahora anti-corralistas).
No es casualidad que, al día siguiente de la intervención en el radicalismo, Angelini haya salido a asegurar que Macri lo ha alentado a seguir adelante.
Mirar al sur
Además del clásico empate entre sus equipos de primera división de fútbol, los rosarinos vivieron esta semana el desembarco de la campaña de Corral. Se dice que empapeló la ciudad.
Hoy -en tiempo de descuento para la inscripción de las listas del 22- se tejen todo tipo de preguntas en torno a la elección rosarina de intendente en Cambiemos.
La pregunta es qué hará Roy López Molina, el concejal del PRO que contó con el apoyo de Angelini y sorprendió al ganarle la interna a la candidata que parecía imbatible en 2017, Anita Martínez. Parece que en el sur se definen más cosas que las candidaturas a locales.
La ideología existe. Persigue y en algún momento alcanza aún a quienes han dejado de prestarle atención. Lo “nacional” y lo “radical” de este asunto no pueden ignorarse.