Un triunfo, un empate y una derrota, es lo que ha cosechado Julio Comesaña en los tres partidos oficiales que lleva como entrenador de Colón. Y a decir verdad, la derrota (ante Lanús con un gol en el final de Pepe Sand) termina siendo el único resultado injusto. A Argentinos le ganó bien y con Vélez acumuló méritos en el segundo tiempo para torcer a su favor una historia que se planteaba como muy negativa en el primero. No está nada mal desde el punto de vista de los resultados. Tampoco desde el juego, aunque surge claramente que Comesaña se encontró con un equipo de pocos fundamentos y al que había que reconstituir.
A los casi 71 años, Comesaña se puede dar algunos “lujos”. En una de esas, su espíritu y su forma de ser fue siempre la misma y hace 30 años (o más), cuando empezó a dirigir, decía lo mismo que ahora. Pero esas pequeñas licencias que se toma Comesaña están empezando a tornar de interesante su estadía en Santa Fe.
Ya el técnico referenció aquella charla en Curitiba con Vignatti y Fleming. En ese momento, Junior de Barranquilla se estaba jugando la gran chance de ser campeón. Sin embargo, los recibió y ya comenzó a alertarlos sobre sus condiciones de trabajo y sus deseos. “No vine a Santa Fe a hacer sociales ni a andar en la noche”, dijo suelto de cuerpo en la cancha de Vélez, no sin antes tirar un par de frases que muchos entrenadores no se animan a mencionar. ¿Por ejemplo?, que “hoy Vélez es más que nosotros”, “no somos una maravilla” o que “estamos en una etapa de construcción”.
No suena tampoco a excusa, posiblemente es un pedido de paciencia a sabiendas de que los tiempos en el fútbol argentinos son más acelerados que en cualquier otra parte del planeta. Y a pesar de que todos saben (sabemos) que no se puede “soplar y hacer botellas” y armar un equipo de un día para el otro, hoy Colón tiene una formación en la que Vigo y Quiroz estaban en el plantel pero no jugaban con Domínguez, Cadavid se incorporó ahora al igual que Celis, Zuqui, el Pulga Rodríguez y Morelo. Sólo Burián, Fritzler y Heredia (esperando lo que ocurra con Zuculini) se pueden contabilizar como los “sobrevivientes” de Domínguez. Ni siquiera Estigarribia, que fue titular en cancha de Lanús pero que se quedó afuera y ni siquiera fue al banco contra Vélez. Titulares-titulares, apenas los tres mencionados más arriba son los que mantienen su condición en esta nueva etapa. Conclusión: es un equipo nuevo, con técnico nuevo y con otra postura a la hora del juego.
Claro que ningún entrenador va a salir a jugar un partido con el ánimo de perder, por eso Comesaña habla de una “etapa de transición” pero admite que, en ese “mientras tanto”, se tienen que lograr resultados por aquéllo de que los proyectos se sostienen ganando o empatando, nunca perdiendo.
La gran preocupación para Comesaña debe ser esa diferencia notoria que Vélez le sacó a Colón en el primer tiempo, desde lo futbolístico y desde la velocidad. Eran dos equipos con marchas diferentes. Todo cambió en el segundo tiempo, para bien, justificando en ese tiempo (con tenencia de pelota) el empate que le quedó bien al partido, aunque quedó rondando esa sensación de que la historia hubiese sido distinta —y negativa para Colón— si Cufré no cometía la locura de ir con un planchazo descalificador contra Heredia.
Comesaña está dando la impresión de que quiere cambiar cosas, tanto afuera como adentro de la cancha. Sin prejuicios, pero planteando situaciones que no acepta o que entiende que deben modificarse. Se mueve sigilosamente para ganarse el respeto de sus dirigidos. “Observo, los tanteo, hablo poco. Ellos me ven un veterano con pelo blanco, me tantean”, dice sin pelos en la lengua. Desafía esos prejuicios que generó su llegada: la edad y el conocimiento del fútbol argentino.
Muchos creen —no exclusivamente por Comesaña— que a un entrenador tiene que ser joven, lo más cercano posible a la edad de sus dirigidos. Con 71 años, Comesaña puede ser el abuelo de muchos de sus jugadores. Bonavena decía que “la experiencia es un peine que te dan cuando quedás calvo”. Depende de cómo se lo mire, porque también se puede pensar que esa misma experiencia permite conocer cualquier imponderable y saber de qué manera actuar. Comesaña lo sabe y lo plantea. Como también se anima a plantear el desafío sobre ese supuesto desconocimiento del fútbol argentino. “A muchos que dicen que no conozco el fútbol argentino, les hago dos preguntas del fútbol argentino y los liquido”, afirma tajante.
Pero como su trabajo se muestra y demuestra en la cancha, Comesaña quiere encontrar rápidamente el equipo. “Quiero que, con los mismos jugadores, podamos cambiar de esquema sin resquebrajar el funcionamiento”, señala. Su estilo no se asemeja al de Domínguez. No quiere un equipo que juegue sobre la equivocación o los errores del adversario, exclusivamente. Pretende que adquiera un mayor protagonismo en el juego, algo que consiguió ante Argentinos, Lanús y el segundo tiempo con Vélez. Está en un equipo que no luce en la tabla y que transita con mucha mediocridad este torneo. Es un desafío intentar que se mejore, pero por esa realidad incontrastable de los números de la campaña, no caben dudas que ese tiempo de espera que Comesaña necesita es la transición a la que Colón se obliga en esta Superliga.