Enrique Cruz (h)
El técnico habló en la semana de las cosas que nota que faltan para tener mayores ambiciones, pero su equipo lo demuestra poco en la cancha.
Enrique Cruz (h)
Siempre hemos sido críticos, desde esta columna de opinión, del trabajo de Domínguez. La crítica no siempre es negativa, también puede ser positiva. Colón jugó bien al fútbol con Domínguez el año pasado, cuando el equipo enhebró siete victorias seguidas, lo puso en situación en el torneo y lo llevó a jugar la Sudamericana de este año cuando, en realidad, se lo había contratado para que salve al equipo del descenso, con el apoyo de una campaña algo más que discreta del renunciante Montero.
El año que siguió a aquello —la Superliga 2017-2018— fue de vaivenes. Con Conti, el equipo tenía una solidez defensiva que luego le costó mantener. Eso lo llevó a conseguir muchos puntos porque la defensa lo aguantaba. El equipo no jugaba bien y tocó piso la rara tarde de aquél encuentro con Vélez a puertas cerradas. Los días posteriores ubicaban a Domínguez con las valijas preparadas y la puerta de salida entreabierta. Sin embargo, un gran partido ante Racing en Avellaneda y un par de resultados que ayudaron, hicieron que volviera a clasificar para la Sudamericana, esta vez la del año que viene. Eso le dio aire para seguir. ¿Estaban todos convencidos?, me reservo el margen de la duda. Tanto desde el punto de vista del entrenador, como también de los dirigentes.
Vignatti pretendió un salto de calidad. Lo admitió. El quería clasificar a la Libertadores y por eso le trajo cuatro refuerzos en enero. El armado de este plantel no fue el adecuado. La realidad indica que la calidad fue disminuyendo. El declive no es de ahora. Ya empezó el año pasado, se quiso corregir algo en enero pero no hubo una buena lectura en el receso del Mundial. Por más que no se lo diga o no se lo quiera ver, el potencial de Colón es inferior. Y aquí es donde entran a tallar las declaraciones que hizo Domínguez en la semana.
Más allá de haber dejado la puerta abierta para una salida que podría darse de manera inmediata, el técnico aprovechó la ocasión para decir unas cuántas cosas que, dichas en tono de objetivos o metas, están muy bien. Habló de la necesidad de no conformarse, de no dejarse vencer por la comodidad, de aspirar a más, de aprender las cosas necesarias (habló de más presencia en el día a día en Afa, Superliga y Conmebol), de tener más incidencia en el día a día con el plantel y de no creer que “todo se reduce a ganar el clásico y a los grandes”.
Pero la pregunta es: ¿qué hizo Domínguez para que eso no ocurra?. Porque él también es responsable de esta situación en la que Colón, eliminado con dolor de la Sudamericana y también de la Copa Argentina, es un equipo que desnuda mediocridad, limitaciones, falencias que jamás podrían sostener alguna aspiración de mayor grandeza de objetivos.
“Nosotros creemos que nos faltaron cuatro o cinco jugadores”, deslizó en una charla totalmente informal, el presidente Vignatti. Es posible que nadie lo diga, pero flota en el ambiente que la dirigencia quiso más, pero el técnico no. O quizás, que el técnico también pretendió más y pidió jugadores que podían darle el salto de calidad, pero la dirigencia no quiso o no pudo traérselos. Como por ejemplo pudo haber ocurrido con Espinoza, el volante-delantero que tiene Boca y que Domínguez conoce bien de su paso por Huracán.
De aquéllos dichos de Domínguez, a estos hechos, hay un largo trecho. Es indudable. Y la imagen de equipo sin sustento en los segundos tiempos, sin voracidad para mantener lo conseguido, es el reflejo de la mediocridad que tiene este Colón. Que algo pudo mejorar Domínguez a partir de algunos cambios necesarios que hizo desde el encuentro con Godoy Cruz. Pero que está visto que no alcanzaron para darle una vuelta de rosca completa a la situación.
Colón es un equipo que demuestra su ubicación en la tabla y que dejó escapar ocasiones muy propicias para seguir escalando en las copas. Resulta inentendible el partido que le termina ganando por penales San Lorenzo, en la Copa Argentina; y también es muy difícil de entender que se le escape una serie que parecía “pasable” contra Junior de Barranquilla. Queda en el haber la tremenda respuesta ante el San Pablo y la manera en que se lo dejó en el camino. Pero eso es muy poco y desaparece ante tanta mediocridad.
La gente manifestó su apoyo al entrenador cuando dijo lo que dijo, pero también alzó voces de disconformismo desde el mismo momento en que Espinoza marcó el final del partido con Estudiantes. Este equipo demuestra chatura. Y Domínguez, que no quiere que eso pase, que combate esa mediocridad y comodidad desde el terreno de las palabras, no lo demuestra con los hechos. Y esos hechos debieran estar en la cancha, con un equipo que no refleja sus ideales, que transmite poco y nada, que fue perdiendo calidad y que le ha costado muchísimo mostrar una idea de juego medianamente rescatable.
Domínguez también es responsable de esta situación en la que Colón, eliminado con dolor de la Sudamericana y también de la Copa Argentina, es un equipo que desnuda mediocridad, limitaciones, falencias que jamás podrían sostener alguna aspiración de mayor grandeza de objetivos.