Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
En un sueño caben infinidad de cosas, casas, quesos, besos, rezos, rizos, pesos, presos, pozos, pisos, pases y hasta cuadernos... Pero en esta Peisadilla también aparece y reaparece un cúmulo interminable de testigos (activos muchas veces), algunos en forma de servilletas como hace unos cuantos años o, como ahora, orillados al margen de una letra enjuta, de tapa blanda y de dura contabilidad... No hay que cantar Gloria antes de la Victoria, así, de frente. Histórico e histérico el mito del “miti-miti”, métale nomás, un poquito por aquí y otro poco por allá, “Tire die”, o un poco más. Punto y coima.
Existe una leyenda urbana o mito lingüístico que sostiene que etimológicamente la palabra testigo viene de testículos, basada en un par de historias sobre el origen de esta palabra se cuenta que los que iban a jurar en la antigua Roma, con la mano derecha se tomaban sus consagradas partes poniéndolas en juego por si mentían; romana también es la otra historia, pero esta vez desde la apostólica Iglesia: cuentan los que nutrieron la leyenda que, en sus albores, cuando los Cardenales se reunían para elegir al nuevo Papa, se los sentaba en un sillón, y un cardenal tenía el objetivo de palpar sus partes para verificar, o sea testificar, que el futuro Papa era hombre (fui testigo/testículo en uno de esos maravillosos museos de Europa de semejante objeto provisto de agujero, finamente ornamentado y graciosamente tallado, con una trampilla o cortina debajo del sillón). No es necesario para nuestro argentino Papa contar con cardenales o sillones; a muchos en estos momentos les están tocando los “testigos” y nos puede costar un huevo. Lo “Baratta” sale caro.
Mi Peisadilla cinematográfica es en cinemascope (es sueñomascope o peisadillavisión) y suena la voz de mi nieto Francisco que me dice: “¡Qué antiguo abuelo, ahora es 3D!”; y dejo “el arte de lo posible” por el “séptimo arte”, palomitas de maíz y no palometas de Centeno.
Vicio que tengo de mezclar y encontrar los sin sentidos, o los doble sentido (nunca re-sentido) o sentir las palabras, homonimia, paronimia, polisemias, palíndromos, e ideas afines. Y se me despliegan en el sueño y en pantalla Panorámica las grandes estrellas cuya letra inicial del nombre coincidía con la inicial de su apellido, y ¡oh! mi sorpresa, las películas de esas estrellas de mi época rebotaban como gotitas de plata en mi cabeza, recordándome que todo tiene que ver con todo...
G. G. (Greta Garbo), ¿recuerdan el papel que hizo de Reina Cristina?
D. D. (Doris Day), “Fugitivos de la ley” fue una película donde actuó, allá por 1941.
M. M. (Marilyn Monroe), ¿les suena “El Multimillonario”?
F. F. (Federico Fellini), “Los inútiles”, no hagan oídos Sordi...
M. M. (Marcello Mastroianni), “El hombre, la mujer y el dinero”, sin palabras... 1961.
C. C. (Claudia Cardinale), “La muchacha de la valija”, con música de Adriano Celentano “Mai Mai Piú” (Nunca, nunca más).
R. R. (Robert Redford), “El golpe”.
Ch. Ch. (Charles Chaplin), “El gran dictador”.
L. L. (Libertad Lamarque), “La Ley que olvidaron”, entre otras...
Lo mío no es 3D, es Dos H (Hilda Horovitz), parece de película, y no da risa, es para llorar. A mí me gusta reír.
Esta Peisadilla ¿será un quemo? ¿Estamos al horno, en la Parrilla o a lo Parrilli? Juez y parte, ¿también reparte?
Pantallazo final, bueno, adiós, Bon Adío.
Bonadio tiene la última palabra.
Vicio que tengo de mezclar y encontrar los sin sentidos, o los doble sentido (nunca re-sentido) o sentir las palabras, homonimia, paronimia, polisemias, palíndromos e ideas afines. Y se me despliegan en el sueño y en pantalla panorámica las grandes estrellas cuya letra inicial del nombre coincidía con la inicial de su apellido.