Mario Cáffaro | El Litoral
Después del debate del miércoles pasado quedó claro que todos los sectores políticos consideran necesario reformar la Constitución. La duda es si habrá voluntad política de avanzar en la actual Legislatura o será para el próximo período de gobierno.
Mario Cáffaro | El Litoral
El tratamiento sobre tablas de la reforma constitucional no logró los votos necesarios para habilitar el debate de fondo sobre la necesidad de cambiar aspectos de la Carta Magna, pero dejó asentado en la versión taquigráfica el convencimiento de todas las fuerzas políticas sobre la necesidad de avanzar en la temática. También quedó patentizado en el debate -que no debió ser sobre la reforma- que todavía quedan demasiados cabos sueltos a la hora de definir que temática se habilita al debate que luego definirían los constituyentes.
En estos 35 años de continua vida democrática no se podrá negar que fue Miguel Lifschitz quien puso el mayor empeño en llevar adelante el proceso y no cejó en él, pese a saber que no tenía los votos necesarios. El bloque de diputados del Frente Progresista acató la orden de la Casa de Gobierno y llevó el tema al recinto sabiendo que no tenía los apoyos necesarios y escondiendo las marcadas diferencias sobre los alcances del mensaje.
La sesión coincidió con el inicio de la tensión cambiaria tras el fallido mensaje del presidente Mauricio Macri. La situación financiera y la inestabilidad climática dejaron en segundo plano el tema. Plaza vacía pese a la pantalla gigante y gradas colmadas -al inicio- de funcionarios y dirigentes frentistas se fueron despoblando a medida que diputados justicialistas y de Cambiemos confirmaban su rechazo al tratamiento sobre tablas. Durante su discurso, Rubén Giustiniani, resaltó que apenas 74 personas seguían el debate por youtube.
Los intentos reformistas de Jorge Obeid y de Hermes Binner nunca salieron de los cajones de las comisiones pese a que ambos ex gobernadores habían hecho público el compromiso de excluirse de una posible reelección si se habilitaban los cambios en el texto constitucional. En la etapa de Víctor Reviglio fue Diputados per se la que avanzó sobre tablas, en un acuerdo político que naufragó en Senado y que no sólo habilitaba la reforma constitucional, sino que derogaba la recién estrenada ley de Lemas. Picardía política para preservar espacios y marcarle límites al recién llegado a la política y ya electo gobernador, Carlos Reutemann.
El empecinamiento de Lifschitz lo llevó a ensayar acuerdos con el gobierno nacional e incluso lo buscó con el presidente del radicalismo nacional, el mendocino Alfredo Cornejo. Con Cambiemos solo no alcanzaba. Tal vez le faltó una estrategia para acordar con el o los justicialismos. Al contrario, logró unificarlos en el discurso y en el accionar en la Cámara de Diputados y les evitó la convocatoria a un congreso partidario que definiera la posición partidaria y que amenazaba con transformarse en un dolor de cabezas para la dirigencia partidaria.
El radical Santiago Mascheroni consideró importante pasar al debate en sí de la reforma, aunque no hayan tenido los números suficientes. Así se abortaba un posible tratamiento en los meses venideros o ya con el futuro gobernador electo. No obstante, en su discurso el experimentado legislador vaticinó que la reforma estará presente en la campaña electoral que se viene.
El desafío está abierto: sectores de la Justicia penal esperaban con mucha expectativa la inclusión en una futura reforma; Santa Fe y Rosario merecen una mayor autonomía y no depender de los humores del gobernador de turno; presidentes comunales necesitan un mandato mayor a dos años y así otros temas del armado institucional que debería tener Santa Fe. Para llegar a ellos hará falta mucho diálogo, no sólo con la sociedad, sino también con la política. Porque son los actores políticos los que en definitiva tienen en sus manos la llave para abrir la reforma y no quieren ni merecen ser convidados de piedra de todo un proceso institucional.