Ignacio Andrés Amarillo
La agrupación oriunda de La Plata, abocada a los ritmos rioplatenses, llegará a Santa Fe para presentar su disco “a mil” y nuevas canciones, en el marco del Harlem Festival. En exclusiva, un repaso de su actualidad, de la mano del guitarrista Nahuel Piscitelli.
Ignacio Andrés Amarillo
Los platenses de Cruzando el Charco se encuentran presentando todavía las canciones de “A mil”, aunque ya adelantaron “Puede ser”, parte de lo que será su próximo material. Francisco Lago en voz, Nahuel Piscitelli en guitarra y coros, Ignacio Marchesotti en percusión, Juan Matías Menchón en bajo y Matías Perroni en batería son los protagonistas de un proyecto que volverá a la ciudad en octubre, en el marco del Harlem Festival.
Por ese motivo, El Litoral aprovechó para adentrarse de la mano de Nahuel en el mundo de la banda.
Crecimiento
—Vinieron a Santa Fe por primera vez el año pasado. Pasaron muchas cosas en este último tiempo.
—Sí, un montón de cosas, sobre todo volver a viajar a las ciudades en las que habíamos estado, que nos representó un desafío importante. A veces uno le pone esfuerzo en llegar (como a todo), pero volver a hacer los lugares y que la gente elija volver a verte es otra movida que no nos había pasado mucho: habíamos repetido alguna que otra ciudad, pero era despedir y revalidar el disco, y encontramos una respuesta entre igual y mejor en todos los lugares. Fue una recontra alegría, y en el medio empezamos a trabajar las canciones del disco nuevo: estábamos entre que ensayábamos para lo nuevo, ensayábamos para la gira y armar un show nuevo (porque no puede ser el mismo el de bienvenida al disco que el de despedida).
—Entre medio salió “A mil”, grabado en el estudio Romaphonic, con la producción de Pepe Céspedes y Juan Bruno (Bersuit). ¿Cómo vivieron ese salto más profesional con respecto a los discos anteriores?
—Para nosotros cualquier tipo de crecimiento está buenísimo. Fue la primera vez que grabamos en un estudio tan grande y emblemático, con la producción de Pepe y Juan: tremendo, porque para nosotros Bersuit es una guía musical desde siempre, desde que éramos pibitos: de hecho tocan hoy (por el viernes pasado), tocan en La Plata y voy a ir a flashear que tengo 16 ó 17 años de nuevo. Y de repente estábamos en el estudio con el chabón, laburando los temas, viendo lo que pasaba.
También fue el disco que nos llevó a girar por todo el país, empezar a crecer. Y la gran diferencia entre las producciones anteriores y ésta fue que tuvimos que ponernos al nivel de lo que iba a pasar: ibas a grabar en Romaphonic, no podías ir con la parte más o menos, o ver qué pasaba. El juego estaba bueno para la parte previa; a la hora de poner había que poner mucho más que antes, porque la situación lo ameritaba.
—Martín Pomares estuvo como ingeniero.
—Como ingeniero de mezcla. Y lo masterizó Edu Pereyra, el mismo tipo que trabajó este último corte que sacamos, “Puede ser”.
Públicos
—¿Qué expectativas, por el crecimiento de la banda, les puso la gente?
—Creo que la gente siempre va a tener un piso, algo que aspira a que vos hagas; el techo lo ponemos nosotros y preferimos en principio no ponerlo. Desconocemos qué es lo que la gente quiere de nosotros: lo que hacemos es dar todo lo mejor que tenemos todo el tiempo. Tanto en los shows como en las canciones, como en nuestras redes, donde estamos permanentemente presentes publicando.
La mejor versión que tenemos para dar en ese momento, no va a ser la misma el año pasado que éste. Uno mismo se autoexige, y hasta va más allá de lo que la gente quiera: nosotros proponemos y la gente siempre va a disponer, si quiere escucharte o ir a verte; si hay un tema que le gusta más, otro menos, otro que directamente no le gusta. Pasa y hay que acostumbrarse a que pase, no todo puede ser puro éxito y todas las canciones re pegadoras.
Estamos contentos con saber que damos lo mejor. Cuando vamos a los lugares a tocar el cariño que nos demuestran nos hace entender que algo de todo eso estamos haciendo bien. ¿Qué? No tengo ni idea.
Solo
—Paralelamente sacaste “Cruces”, un disco solista. ¿Qué cosas sentís que esa faceta te permite expresar por afuera de la banda?
—Cruzando tiene un estilo, si bien muy variado, también muy marcado: todo lo que es la música rioplatense, y es como una big band, somos diez; hay caños, hay percus. Mi faceta solista es bastante más minimalista. La banda tiene letras sobre cosas más terrenales, de todos los días, y yo trato de apuntar a algo más interno, de las cuestiones que uno ve reflejadas cuando uno está con sí mismo. Cuando uno pasa por una pena y trata de remontarla, más desde lo interno. Cruzando puede hablar de una relación con otra persona, yo con la manera de concebir el amor o la esperanza. Me voy más para ese lado más de las ideas y no de la tierra.
—¿Hay alguna retroalimentación entre ambos proyectos?
—Todo tiene feedback: a mí lo que me forma como solista me termina formando para Cruzando. El tema de las programaciones y bases electrónicas es algo que hice como solista y estuve encargado en los dos primeros discos de Cruzando. Ideas que me atraviesan y que puedo exponer con los chicos y hablar de la producción. Cuando busco el sonido de una guitarra eléctrica (que normalmente en mis proyectos no uso) siempre tiene alguna reminiscencia: “Este efecto cuando estaba grabando ‘Cruces’, y lo estábamos mezclando, me parece que va acá”.
También pasa con el Ticky (Rodríguez, tecladista acompañante), que compone, hace sus canciones, y a la hora de aportar arreglos para la banda uno ve que está la identidad de él como individuo aportando al grupo. Y eso pasa por suerte en todo Cruzando, y ahí es donde se arma el quilombo: hay un montón de ideas súper diversas que conversan y hacen que esta identidad fuerte se lograra por muchas individualidades aportando a una misma causa.
Fusiones
—Lo que sí está en ambos proyectos es la mixtura de ritmos. ¿Cómo se alimenta uno el oído para que eso salga naturalmente?
—Hay que escuchar mucha música, hay que salir a ver bandas, obras de teatro, a experimentar el arte que nos rodea; tanto en el momento presente como para atrás. Lo que me pasa con Fran: él escucha música que tiene muchos años, y yo en un momento me puse una cláusula de no escuchar más discos de 2014 para atrás (por un tiempo, obviamente vas a volver a escuchar a Spinetta porque es el Flaco y es lo más del mundo). Y de repente estoy con Fran y escucho al Canario Luna, que grabó en el ‘83, y él conmigo escucha el último lanzamiento de Bándalos Chinos. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Algo, seguramente, porque están haciendo música los dos. Pero hay un abismo de diferencia en años, en estilos musicales y en imagen. Eso hace que terminemos de pegar todo el espectro que nos es posible adquirir; y a la hora de entrar a la sala venimos una cumbia y termina siendo un rock and roll, no sabemos.
—El hecho de ser platenses ya lo pone en una escena variada y muy rica.
—Sí, eso también nos pone en una situación de exigencia importante. Sabemos de la ciudad que somos, de las cosas que esta ciudad ha sacado artísticamente: es tremenda la cantidad de bandas y material bueno dando vueltas de gente de La Plata. Siempre nos vamos a exigir, tenemos un marco que nos exige más que si en lo que nos rodea no hubiera tanta genialidad. Salís a un lugar y te encontrás con chabones que la descosen y uno se cuestiona: “¿Yo qué hago con la música? Este chabón está acá tocando, tengo que estar a la altura de las circunstancias”. Además de marco de influencia es marco de exigencia.
Convivencia
—Vienen juntos desde 2012 y vienen levantando la convocatoria. ¿Qué momento sentís que están pasando a nivel artístico y humano?
—Es muy raro, todo el tema del crecimiento siempre te trae un montón de sorpresas y cosas nuevas que te van pasando, gente que te vas cruzando: nunca me imaginé ir a un estudio y que de repente aparezcan Tweety González, Cachorro López, y caiga Charly García a ensayar (nos pasó cuando fuimos a grabar “Puede ser” en El Pie). O hablar con el dueño de un sello discográfico y que nos diga “me gusta lo que hacés”, tener una productora. No estoy acostumbrado a salir a la calle y que vengan a hablarnos de Cruzando, al reconocimiento.
Y en la cuestión humana nos sorprende y nos hace entender que el lugar que tenemos en casa no es el mismo que tenemos afuera. Ahí también es otra la situación, hay que acostumbrarse y reaprender todo el tiempo. En cuanto al grupo ahora justo estamos maquetando lo que van a ser las próximas canciones del disco, y eso nos tiene en una situación mucho más casera, de laboratorio. Una cosa de convivencia donde hay dos grabando en mi casa, al lado hay dos cocinando para los que está grabando, y otro cae en un rato. Ya no es tanto la situación de ensayar en la sala, sino más casera: cambian las charlas, la dinámica, y eso nos acerca humanamente. En todos los discos nos encontramos conviviendo así, cocinando, de entrecasa.