Arte contemporáneo en el Colegio de Bioquímicos

Por Dra. Isabel Molinas

Profesora, investigadora, gestora cultural y autora de textos críticos sobre arte y educación.

Uno de los motivos por los cuales el arte contemporáneo ha generado tanta polémica es la pérdida de certezas sobre sus rasgos específicos. ¿Si un mismo objeto puede ser un bien de uso cotidiano (un pañuelo, una silla, una caja) o una obra, cuáles son las marcas distintivas del arte? En numerosas ocasiones, la comprensión requiere adentrarse en la historia y recurrir al discurso de la crítica especializada. En nuestra columna anterior nos hemos referido a la polémica suscitada en torno a la obra Recordar de Soledad Sánchez Goldar, en especial, a las reacciones que suscitaron “esos trapos” que fueron premiados y se incorporaron al patrimonio del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez de Santa Fe.

En la actualidad asistimos a una expansión del arte fuera de su campo específico que involucra diferentes niveles de análisis. En principio, el descripto por Rosalind Krauss en 1979 cuando se refiere a la escultura en el campo expandido. Es decir, cuando aborda la importancia atribuida a la conmemoración más allá de la presencia física del monumento. Un determinado lugar produce sentido por lo que aconteció en ese espacio. Como consecuencia de ello las prácticas artísticas, arquitectónicas y urbanísticas adquieren fuerza simbólica y la atención se desplaza del monumento al paisaje y del objeto al sujeto que participa de la experiencia. Este es el motivo por el cual, parques y museos de la memoria nos conmueven y movilizan por sí mismos.

Otra dimensión importante es la que refiere a las acciones artísticas que se realizan en el espacio público, en especial las performances e instalaciones. Son formas de participación ciudadana en las que el arte intensifica la fuerza comunicativa del reclamo. Pensemos, por ejemplo, en la capacidad de síntesis del color. Pañuelos blancos, violetas, verdes, celestes y, más recientemente, naranjas para exigir la separación entre iglesia y estado, son los protagonistas de acciones estéticas colectivas con una determinada postura ideológica.

Asimismo, desde los primeros movimientos de vanguardia del siglo XX, esta expansión se registra en los cambios producidos en las condiciones de producción, circulación y recepción de las artes visuales en su conjunto. La representación (dibujo, pintura, grabado, escultura, entre otras disciplinas) ha dado paso a la experimentación y los objetos artísticos son, fundamentalmente, objetos de pensamiento.

En este contexto, la estética puede caracterizarse como un programa transdisciplinario que ya no encuentra sus rasgos distintivos en los valores clásicos de belleza y verdad, que trasciende la filosofía y se nutre de aportes de la sociología, la psicología y las ciencias políticas, entre otros saberes.

De La Gioconda al videoclip de Beyoncé

Durante el encuentro realizado en el Colegio de Bioquímicos pusimos en diálogo una serie de obras con diferentes lenguajes, entre ellas la célebre pintura de Leonardo Da Vinci con el último videoclip de The Carters, dúo integrado por Beyoncé y su marido, el rapero Jay-Z. Desde las salas del Louvre cuestionan los estereotipos de belleza e inscriben su trabajo entre las célebres obras del museo.

En resumen, el arte es siempre un síntoma de su tiempo y hablar de arte expandido es reconocer una forma autónoma de creación de conocimiento, por infinitud de medios y en cualquier momento y lugar. Más allá de la distancia que separa a La Gioconda de los esculturales Beyoncé y Jay-Z, lo importante es comprender las relaciones que las prácticas estéticas establecen con su época, la necesidad de ir más allá de los gustos individuales y la importancia de hacer que el arte irrumpa en los escenarios más diversos, como en un Colegio de Bioquímicos.

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Arte Expandido es el espacio de opinión de la Dra. Isabel Molinas en la que se narran relatos sobre arte contemporáneo, gestión cultural y curaduría. Encontrala todas las semanas en El Litoral.