Leonardo Pez
En el marco de su visita a la ciudad con motivo de su espectáculo de stand up a la gorra, el humorista rosarino radicado en Corrientes conversó con El Litoral sobre la obra y otras búsquedas personales y artísticas.
Leonardo Pez
“La comedia fue lo primero que me hizo replantear cosas”. La frase lleva la firma de Oliver Kozlov, quien días atrás visitó la ciudad para presentar su espectáculo de stand up, con el que también recorrió las localidades de Rosario, San Nicolás, Corrientes y Reconquista. Entre los tatuajes que se dejan ver en sus brazos, se alcanzan a leer dos: “Decilo” y “It’s just a ride”. Además del monologuista estadounidense Bill Hicks, su discurso está atravesado por Stephen Colbert, John Oliver y Luis Alberto Spinetta (“mi meta moral como artista”). En una entrevista concedida a El Litoral, el humorista contó que su relación artística con la ciudad comenzó “con el Slam de Poesía Oral” (fue uno de los fundadores del de Rosario) y que el feminismo es el “faro en el que me busco reflejar”. Sobre el espectáculo, disparó: “al ser tan polémico, genera que haya un movimiento”.
Autocrítica
—¿Qué es un feministo?
—Un psicópata, un manipulador que utiliza el empoderamiento femenino a su favor, para poder acceder a los beneficios y no perder sus privilegios. Feministo es, también, el varón de izquierda para el que es una lucha de clases... pero, primero, ¡establezcamos las clases! Porque hay pobres de primera y pobres de segunda. La mujer pobre está en una situación de riesgo mucho mayor que un hombre pobre. Si una mujer duerme en la calle tiene más posibildades de que la violen que a un hombre.
—¿Cuál es la búsqueda del show?
—Hay una autocrítica tremenda. Busco afectar a los pibes, que permitan cuestionarse cosas. Los varones vemos esto como una provocación, pero es una lección. Bajamos de una línea donde hemos pertenecido o creado los espacios. El poder económico está históricamente ligado a los hombres. Como parte del brazo opresor del patriarcado, no soy feminista. un hombre cisgénero nunca va a estar capacitado para entender y estar al nivel de la lucha. Vos no podés ir a una entrevista de trabajo y decir “tratame como una mujer pobre aborigen”. Lo que tenés que hacer es acompañar desde un lugar más silencioso. ¿Por qué tiene que ir un hombre a una marcha de mujeres? ¿Para reafirmar la lucha? No, es una fiesta a la que no te invitaron.
Arma infalible
—¿Con qué otras experiencias lo podés conectar?
—Mi pareja, Ivana, incurrió en la comedia con la misma búsqueda. Su unipersonal “Hubieras pensado antes” y el mío son espejos. Ella lo dice desde el punto de vista de la oprimida y yo lo veo desde el opresor. Aunque vos no quieras, sos el opresor.
Hace poco, se presentó en Corrientes un comediante que se ponía una peluca para hacer el sketch -en vez de buscar una mujer-; otro personaje, que se está popularizando, representa a una mujer de escasos recursos que, en el plano más objetivo, está tratando de tener un momento de disfrute. ¿De verdad vas a usar la comedia para oprimir más al oprimido? Hay una persona en el suelo, con tres tiros en el pecho, ¿vos vas y le pegás una patada? Me parece cipayo el tipo que está abajo y quiere llegar más cerca del amo.
—Sigue habiendo un público para esos espectáculos.
—Las estructuras no se derrumban de un día para el otro. No se grita la deconstrucción. Los procesos deconstructivos del machismo son dolorosos. Uno no se enorgullece, al contrario, se avergüenza. El sistema en el cual vivimos, opresor y hegemónico, nos dice que eso está mal, que usar lenguaje inclusivo es tonto y estúpido. Si uno no está firme en sus bases, lo escucha a Agustín Laje, a Javier Miley, a Schapiro, y dice “es verdad”. Mi espectáculo toma herramientas -no discursos- de la derecha alternativa a su favor, ya que la izquierda falló en su discurso ideológico. Cuando dicen “a los hombres también nos violan”, hay un subtexto que no te cuentan: “los violan otros hombres (en las cárceles)”.
—Es un trabajo de deconstrucción permanente.
—El comediante establece una sensibilidad transformadora con el mundo: tiene que convertir el horror en risa. Todos escuchamos lo mismo, pero el comediante agarra una cosa, el pintor otra, el poeta otra. Esa sensibilidad te va desgastando. La comedia está llena de historias trágicas, más que la mayoría de las artes. Llega un punto en que vemos la vida de una manera muy dolorosa y cargamos con el peso de ponerle azúcar al jarabe. En general, hacemos comedia para no suicidarnos.
El humor es un arma, una herramienta infalible frente al poder. Cuando uno se ríe del rey, es menos rey. Hay una canción que se usó como la letra del himno español y decía “Franco, Franco, tiene el culo blanco”. Franco era poderosísimo, pero el chiste le quitaba poder. De La Rúa le debe gran parte de la pérdida de su poder a las parodias televisivas.
Solaperos
—¿Qué te gusta y qué no de esta época?
—Para mí, uno nace en el mejor momento. Tenemos bidet, jabón, penicilina. Tenemos Internet. Hay gente que dice infancia era la de antes, salíamos a jugar a la plaza. Yo hubiera matado a mi mejor amigo por Internet (risas). Eso es lo mejor y lo peor. Internet es una herramienta increíble que permite encontrarnos con gente de una diversidad absurda. A nivel artístico, tiene otra ventaja que es poder hacer, por ejemplo, una gira de crowdfunding.
Pero, a la vez, nos da un nivel de ansiedad que nunca hemos tenido. Queremos todo ya. Sabemos todo... y no sabemos nada en realidad. Somos una generación solapera: leemos la solapa, la contratapa y ya sabemos el libro. Entonces, las obras son menos perdurables. Antes una poesía podía perdurar 200 años, ahora una buena poesía dura 3 años. Al humorista lo obliga a renovar y repensar todo el tiempo. Eso es fantástico. La contracara es que muchas cosas hermosas se pierden. Hay textos que me encantan, pero no puedo volver ahí. Yo hago este show y el día que lo filme y lo suba a Youtube no lo puedo hacer más.