Sergio Ferrer
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Es el edificio más emblemático de la ciudad. La mayoría de sus componentes edilicios tienen unos 130 años, ya que empezó a construirse por pedido del obispo José María Gelabert casi en forma paralela con el reconocimiento canónico de la parroquia, ocurrido en 1887. Desde el Concejo impulsan su restauración.
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El templo de la Parroquia Inmaculada Concepción y Santo Tomás de Aquino, tal es su nombre completo, fue inaugurado el 4 de noviembre de 1894. Lo hizo construir el obispo José María Gelabert y Crespo, convocando al arquitecto italiano Juan Bautista Arnaldi allá por 1886, casi al mismo tiempo en que procedía al reconocimiento canónico de la mencionada comunidad católica (26 de agosto de 1887). El religioso, que estaba radicado en Santo Tomé, y supo donar en vida a la comunidad el terreno y los fondos para hacer la obra, quería que el edificio fuera único en toda la zona y sobresalga, tanto por sus dimensiones como por su aspecto, pero también pensando a futuro, con sentido vanguardista, para orgullo de las generaciones venideras.
El obispo Gelabert logró su cometido, eso es indudable, ya que este edificio ha revestido y reviste un innegable valor cultural, patrimonial y testimonial para la ciudad. Pero, lamentablemente, en la actualidad el templo muestra un marcado deterioro y un mal estado exterior en general, con serios problemas en su explanada de acceso y sus muros (exteriores e interiores), que se agrava ante la presencia de revoques caídos y la aparición de microfisuras o roturas de importancia en las paredes.
Una simple recorrida por el lugar sirve para constatar esos inconvenientes, que de por sí atentan contra los elementos arquitectónicos de esta edificación (de estilo renacentista y gótico), que son los mismos que en su momento favorecieron su consagración como monumento histórico, a nivel municipal primero y provincial después.
Monumento histórico
Esos inconvenientes, además, ya generaron en el Concejo una iniciativa del edil radical Martín Giménez, quien requiere al municipio que evalúe la posibilidad de concretar un proyecto de restauración y le solicite al gobierno de la provincia los fondos que hagan falta para poder llevar adelante dicha tarea. El legislador entiende que se trata del edificio más emblemático de la ciudad y un verdadero testigo de una parte importante de la historia de la localidad, ya que en la época que fue construido ésta era tan sólo un paraje, villorrio o caserío, conocido como El Paso de Santo Tomé.
El transcurso del tiempo, por un lado, así como el uso de materiales que en muchos casos no han podido resistir la prolongada vida del edificio, hacen necesario que hoy en día se encaren una serie de arreglos, cambios y remodelaciones.
Para entender el proceso de desgaste por el que pasa el añoso templo de la Inmaculada Concepción, hay que tener presente que algunos de sus componentes edilicios tienen más de 130 años de antigüedad.
En virtud de sus características y su historia, así como por la trascendencia artística que tiene dentro de los bienes culturales santotomesinos, fue declarado Monumento Histórico Municipal en el año 1978, por intermedio de la ordenanza N° 740. De igual modo, en 1994, por consideraciones de un mismo tenor, fue declarado Monumento Histórico Provincial, en este caso a través de la ley Nº 11.223.
El atrio, uno de los problemas
Hace unos quince años, en virtud de un proyecto de puesta en valor impulsado por la comunidad parroquial, junto a un grupo de vecinos colaboradores y de profesionales entendidos en la materia, se encaró una obra destinada a superar problemas de larga data en la composición de este edificio. Uno de los profesionales que participó en la restructuración fue el arquitecto Ricardo Méndez, a quien se consultó para ahondar en los problemas que presenta el templo de la Inmaculada Concepción en la actualidad.
Uno de los inconvenientes que deben superarse en el exterior es el del piso del atrio, es decir la explanada que está delante de la puerta principal de la iglesia. Allí, tal cual lo describe Méndez, “existe un problema serio de accesibilidad, especialmente para la gente mayor y las personas discapacitadas”, porque no pueden transitarlo normalmente, “en función de que no fue elegido bien el material para resolver ese ingreso”. “Está bien, ese piso fue hecho hace cincuenta o sesenta años, con lajas que seguramente era lo que tenían a mano en aquel momento, pero ahora habría que utilizar un material, en el que se pueda transitar sin inconvenientes”, añadió.
Con el tiempo, siguió aclarando Méndez, las juntas de las lajas, que por lo general son de cemento, se van gastando con el zapato y empiezan a quedar hundidas, con lo complicado que se presenta, por ejemplo, para una señora que usa tacos altos o alguien con dificultades para caminar. “Habría que reemplazar ese material, porque -además- ya no está en buen estado y existen lajas en las que la mezcla perdió su poder adhesivo, entonces se soltaron y hubo que repegarlas”, añadió. “Hay que elegir un material que resuelva el problema, es decir que consolide un piso plano, para que la gente pueda transitar sin inconvenientes, para que un taco alto no se clave en un pozo o en una junta”, agregó Méndez, quien hizo hincapié en que todo el aspecto del atrio “no es el mejor”, por lo que “sería bueno hacer una remozada general del lugar”.