Brenda Becette da voz a las mujeres aventureras en "Llamarada"
La ganadora del premio José Emilio Pacheco 2017 construye en su flamante antología de cuentos un universo donde identidad y riesgo tienen protagonistas femeninos.
“Me gusta la idea de la mujer ubicada en lugares de aventura”, reconoce Becette. Foto: Gentileza Planeta
“Llamarada” (Emecé, 2024) es el nombre que Brenda Becette eligió para enchalecar -como dijo por ahí Arlt- nueve cuentos de su autoría. La obra resultante, puntillista, sigue de cerca a un conjunto de mujeres que le ponen el pecho a la aventura en la amplia gama de sentidos y escenarios -desde una mina hasta una playa paradisíaca- que admite la palabra.
Un fragmento del primer cuento (“En la mina”) trasluce el ideario: “Siempre se puede llegar más profundo, siempre más al centro, hacia la médula ardiente de la tierra” (2024:11). En el ínterin de una agenda que incluye el desarrollo de su primera novela, la escritora nacida en Campana dialogó con El Litoral.
Una película
Pareció detenerse todo en los años de la pandemia. Entonces, rebeldes fueron apareciendo los cuentos. Por goteo. Mejor: reguero de pólvora y llamarada. “No como parte de algo entero”, ilumina Brenda, quien supo interpretar ese nuevo pliegue de la temporalidad como una señal, un terreno fértil. Con el trabajo hecho (los cuentos escritos), tono y tópicos tramaron intersecciones, continuidades de sentidos: el medio ambiente, las relaciones familiares, la identidad.
“La identidad siempre está, el doble”, apunta. En dos de los fuegos de “Llamarada” aparece nítida. Con algunos trazos de historia familiar (la autora tuvo parientes presos políticos y exiliados), dio forma a “El cuento de Diogo”, como conocen todos a “El hueco en la ligustrina”.
Becette abre un paréntesis del tamaño de un planeta: “Los protagonistas son todos varones, pero a lo largo del libro hay una independencia y un empoderamiento de las mujeres. Mujeres científicas, mujeres que van tomando decisiones, que se conocen y se permiten ciertas libertades a través del viaje”.
El noveno pasajero es “Evolución”, fresco de época atravesado por la identidad de género (ya en el cuento que da nombre a la antología aparece la figura de la primera virgen trans de la historia). Fue el último cuento que Brenda escribió para la serie, gesto que repuso otorgándole el rol de cierre. “Es como si hubiera escrito otra cosa, pero con las mismas ideas”, especifica. “Algo más abierto, coral, como una novela. En mi cabeza era una especie de película. Ahora desde aquí, ahora la cámara va acá”.
“En algún punto, todos mis personajes, incluidos los masculinos, soy yo”, resume la autora de “Llamarada”. Foto: Gentileza Planeta
Aventureras
De niña Brenda leía libros de aventuras. Aprendió a leer y escribir desde muy chiquita, recuerda con orgullo, incentivada por su padre. Puros héroes varones, hercúleos. Por ello sustrajo de su batea de recursos la potente disrupción: el personaje femenino aventurero.
Sobre esta base, toma forma la pregunta problema: “¿Por qué no puede ir una mujer sola a conquistar un lugar?”. El resultado es un arco de mujeres y disidencias que desarrollan una conciencia guerrera para evitar ser esclavas. “Están en circunstancias extraordinarias; tienen que descubrir esa persona que hay adentro y actuar. Tomar las reglas de sus destinos”, amplía la autora.
A sus diez años, Becette ya llevaba escritos cuentos y novelas. Llegó a armar sus propios esquemas de los personajes. Un buen día fue a lo de su madre a hacer una limpieza, el hallazgo fue conmovedor: pilones de cuentos y novelas. Editorial independiente, su infancia. “Siempre me gustó dibujar”, comenta al pasar. “Hacía ilustraciones a mi tía y a unas amigas de mi mamá. Dibujaba los personajes, armaba las tapas con hojas que encontraba, creo que eran unos calendarios con flores y paisajes”.
Hoy, décadas más tarde, Brenda no perdió el interés ni la dedicación por construir, también con sus manos, nuevos habitantes de su universo ficcional. Acerca de esto, sostiene: “En algún punto, todos mis personajes, incluidos los masculinos, soy yo. Los malos, los buenos, los que tienen problemas. Una juega a ser otros miles y a ponerse en otros lugares, no sólo en lo doméstico y en los sentimientos. Hay una especie de idea general según la cual los temas de la literatura de mujeres van por esos lados. A mí no me gusta tanto lo pequeñito. Yo no quiero describir la tacita de té que toma la mujer, en la cama con el gato, mientras mira por la ventana”.
En una paleta
Un viaje por el norte del país y Bolivia. Otro a México. “Se ve que me habían quedado esas ideas burbujeando en algún lugar y ahora salieron. Los cuentos tienen que ver con eso, son 20% realidad y 80% de invención”, responde Brenda en un tono de fórmula química más que matemática. “Me gusta mucho hablar de los lugares: tienen personalidad, inciden en los personajes y en las historias. Los uso como si fueran colores en una paleta para pintar”.
Las locaciones que elige la escritora argentina no son precisamente metrópolis. Están lejos de la ciudad, como canta Pol Medina (ex Superchango). Ese es el lienzo sobre el que Brenda elige volcar sus preocupaciones, o sea, problematizar. “Siempre aparece la naturaleza en lo que escribo”, asume. La mayoría de los cuentos de “La parte profunda” (Premio “José Emilio Pacheco” 2017), grafica más adelante, “son distopías ambientales”. Y en la sentencia inaugura un género que tiene todo para explotar.
En la página 83 se lee otra pregunta clave para el engranaje de la obra: “¿Cuánto tiene que trabajar una persona en la vida?”. El interrogante suma al universo simbólico no sólo a mineros y trabajadores en barcos pesqueros, sino que le permite a la escritora leerse desde adentro.
Escribir, para Becette, es volver al punto de partida. Dar continuidad reparadora al agujero negro de la infancia que reposó como hobby, muchos años, a la par de su trabajo full time (diseñadora de indumentaria). “Hay una conexión entre escribir y diseñar”, razona. “Es un pozo donde una va sacando cosas. No solo en la indumentaria, sino en la descripción de lugares, atmósferas, colores y el armado de un personaje. Diseñás un ambiente, un espacio. Es muy visual lo que escribo. Primero me imagino una escena, como si fuera una película. Los colores, las luces. Y eso me da un lugar para el drama, para lo que suceda”, comenta. De fondo, sosteniendo cada una de sus palabras, un afiche: “Crímenes de Oxford”. Próximamente. Sólo en cines.
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