Pablo Ríos | Especial para El Litoral | Director del Cemafe
El virus que arrasó la Roma imperial y las islas Fiji vuelve a poner en alerta al sistema global de salud.
Pablo Ríos | Especial para El Litoral | Director del Cemafe
El sarampión prefiere las grandes ciudades para esconderse, es altamente contagioso y acompaña al hombre desde hace más de 5.000 años. Arrasó la Roma de los emperadores antes que los bárbaros. Diezmó niños de Londres hace más de 500 años pero recién mostró su cuerpo de virus globuloso hace pocas décadas. Incluso el cruel virus de la polio se conoció antes.
En 1849, Thacombau, rey tribal de las islas Fiji, rindió las islas al imperio británico y al momento de firmar la paz el cacique viajó a Sydney (Australia), una isla vecina y sede del representante real. Al regreso, su hijo y cayó enfermo de una extraña enfermedad que encendía la piel con manchas y calor. El capitán del barco ingles sabía que tenía que aislarlo hasta llegar a destino. Al llegar de regreso a Fiji había sobrevivido al viaje y a la extraña enfermedad pero otro de los hijos del cacique empezó con los síntomas. Desconociendo el mal que los acompañaba organizaron una gran fiesta para festejar el tratado de paz con el imperio. Thacombau convocó a su pueblo y festejaron varios días seguidos. Al cabo de dos semanas casi todos en la isla enfermaron y murieron más de 20.000 personas un 40% de la población. Sarampión en su salsa. Los despojados.
¿Por qué una enfermedad para la que existe una vacuna muy efectiva saca pasaje de retorno a nivel global? La respuesta hiere la inteligencia: porque a las vacunas hay que administrarlas para que sean nuestro ángel guardián. El mundo se relajó con esto y no precisamente el tercer mundo.
El pasado invierno continental murieron 37 personas a causa del sarampión en Europa. Gran sorpresa e indignación: cuando van a chequear las causas observan que la cobertura de vacunación de más de la mitad de los países europeos no había alcanzado la meta para el año.
Rápidamente se buscan culpables, señalan a los “movimientos anti-vacunas” y nuevamente a Andrew Wakefield, el autor de uno de los fraudes científicos más dañinos de la historia de la medicina: en 1998 publicó junto a 12 colegas un artículo científico en la prestigiosa revista médica The Lancet. La conclusión del trabajo publicado afirmaba demostrar que la vacuna contra el sarampión predisponía a los niños a desarrollar autismo. La tasa de vacunación de la triple viral (MMR) cayó en toda Europa.
Enseguida se demostró que el estudio estaba mal diseñado, la muestra era escasa, las conclusiones incorrectas y la investigación había sido financiado por abogados de familias en juicio contra la industria farmacéutica productora de la vacuna. Llevan más de 41.000 casos de sarampión en 14 países del viejo continente.
El virus no discute la globalización, se aprovecha de ella y florece un severo brote en Venezuela (más de 1.500 casos a la fecha) que rápidamente se despliega a los vecinos: Brasil y ahora nuestro país.
Se venían haciendo bien las cosas en el continente no solamente en nuestro país. En 2016, un Comité Internacional de Expertos certificó que América era la primera región del mundo en la que el sarampión había sido eliminado. Pero las previsiones de que el control de la enfermedad se mantuviera, o incluso mejorara, no se cumplieron.
Una de las razones que explica el incremento de los casos que han aparecido en América Latina tiene que ver con la crisis que existe en Venezuela.
De hecho, la mayoría de las personas contagiadas con sarampión son venezolanas: el gobierno ha confirmado la existencia de al menos 904 casos en lo que va de año. En 2017 se reportaron 727.
Pero el problema va mucho más allá de las fronteras de la nación, particularmente si se considera la emigración masiva que se ha registrado en el país en el último año.
Según la Organización Internacional para las Migraciones alrededor de 1.500.000 venezolanos han abandonado el país. Dos niños venezolanos que emigraron a Brasil murieron a causa del sarampión.
El colapso del sistema de salud de la nación caribeña dificulta el control del sarampión.
“La enfermedad se había erradicado, pero reapareció porque los esquemas de vacunación no se han cumplido. Entre enero y julio de 2016, el porcentaje de niños menores de un año que fueron inmunizados llegó al 48%”, de acuerdo al Observatorio Venezolano de la Salud, una ONG local.
Decir hoy que los venezolanos propagan la enfermedad sería como culpar a los aborígenes de las islas Fiji hace 200 años.
Las políticas públicas en salud, como las vacunas, necesitan de dos características fundamentales para ser efectivas: sustentabilidad y masividad. Y agregaría una tercera que no figura en los manuales de la especialidad: creatividad.
La aparición de una oleada de crisis de credibilidad en las vacunas, como en Europa o una crisis sociosanitaria como Venezuela, o aún la invasión imperial a los fijianos son el momento que están esperando las enfermedades como el sarampión para renacer y golpear. Casi siempre a los marginados de esta sociedad.
Nuestra provincia de Santa Fe es extensa en territorio y variada culturalmente (por suerte). El contexto nacional empeora para los que ya estaban “peor” y el Ministerio de Salud de la Nación se decolora a nivel de secretaría cuando más que nunca, ante estas amenazas, debería verse como la entidad al frente de esta lucha.
Hay un gran desafío por delante para los santafesinos como grupo social y humano.
Es una tarea que involucra muchos más esfuerzos que solo los del personal de salud: las familias, comunicadores, políticos,iglesias, etc. Durante los próximos dos meses es necesario llegar a vacunar a todos los niños de 1 a 5 años. Porque los candidatos a sufrir esta enfermedad son, como siempre, los más desprotegidos.
Si no entendemos que las crisis, las guerras, la pobreza y el hacinamiento son nuevamente la invitación al sarampión tal vez podríamos estar permitiendo que nuevamente pierdan los mismos.
“El pasado invierno continental murieron 37 personas a causa del sarampión en Europa. Gran sorpresa e indignación: cuando van a chequear las causas observan que la cobertura de vacunación de más de la mitad de los países europeos no había alcanzado la meta para el año”. Pablo Ríos. Director del Cemafe