Ariel Echecury | Mirador Provincial
La experiencia arrancó hace diez meses pero de las ocho licencias habilitadas para explotar el servicio en la ciudad, sólo queda en pie la mitad. Caída en el consumo, las paradas habilitadas y las bajas temperaturas, entre las principales dificultades.
Ariel Echecury | Mirador Provincial
La primavera fue la línea de largada para la implementación de los food trucks en Rosario. Sin embargo, diez meses después son pocos los que siguen en carrera. Es que de los ocho camiones de comida que consiguieron la licencia permanente para estacionar en los parques de la ciudad, sólo quedan en pie la mitad. Habilitados por la Municipalidad de Rosario para formar parte de un circuito callejero de paradas rotativas, muchos de ellos no llegaron al invierno.
La caída del consumo, un esquema de paradas al que aún le falta aceitarse y las bajas temperaturas que -como es lógico- alejan a la gente de los parques, hicieron que el negocio todavía no termine de arrancar del todo. “En general, el comienzo del sistema es bueno, con cuestiones a corregir y mucho para seguir creciendo. Lo que sí creo es que en este tiempo no se logró lo que en un principio buscábamos: que los food trucks vayan adonde está la gente y no al revés”, contó a Mirador Provincial Arturo Milano, presidente de la Cámara de Food Trucks Rosario y al frente del camión de La Vendetta.
Si bien fue en diciembre de 2016 cuando la intendenta Mónica Fein firmó el decreto que reglamentó la nueva modalidad gastronómica, recién el 14 de septiembre del año pasado -y tras un largo proceso de licitación de licencias y armado del circuito-, los primeros food trucks salieron a la calle.
Con grandes expectativas, los ocho vehículos habilitados por la Municipalidad de Rosario para explotar el servicio se instalaron en cuatro parques de la ciudad: Sunchales, Urquiza, Scalabrini Ortiz y de las Colectividades. Hell’s Truck (sándwiches gourmet), La Ochenta y Tres SRL (franquicia de El Club de la Milanesa), Helados Míster Soft, La Vendetta Food Trucks, La Fresca SRL (comida vegetariana), Nicolás Iván Barck (jugos naturales), Gonzalo Andalaf (food truck de shawarma) y la Cooperativa de Trabajo Communitas (panificación y pastelería), fueron los primeros en la línea de largada. Al cabo de unos meses, pocos siguen en carrera.
“Tuvo mucho empuje al principio, fue la novedad, pero no se sostuvo en el tiempo. Para mí el problema son las paradas, la única que es rentable es la del Parque de las Colectividades, después el resto está lejos de cumplir con las expectativas. No son lugares de paso y de noche se hace complicado por el tema de la inseguridad”, opinó Franco Mariani, quien estuvo hasta hace algunas semanas al frente de Hell’s Truck, un camión especializado en hamburguesas caseras que terminó vendiendo llave en mano.
El tema económico fue determinante para aquellos que se bajaron del negocio. Si bien cada adjudicatoria de licencia debe abonar un canon mensual bajo, fijado en torno de los $ 4.000, existen otros costos que encarecen la apuesta más allá de la inversión inicial que significa montar el negocio. A eso hay que sumarle los costos de contratación de empleados, y gastos extra como equipos generadores y limpieza. “Nosotros habíamos constituido una SRL, que nos consumía muchos costos. Aparte como no lo trabajábamos, teníamos empleados. Estábamos muy parejos con los números, y con la llegada del invierno, pensamos que se nos iba a hacer muy difícil mantener esa estructura, por eso decidimos dar un paso al costado”, explicó Mariani, quien fuera el primero en anotarse cuando la Municipalidad abrió el registro de interesados en obtener una licencia para explotar el servicio.
Otro de los casos de dueños de food trucks que decidieron correrse y bajar la persiana, es el de la franquicia de El Club de la Milanesa, que días pasados dejó funcionar. “Lo terminamos cerrando porque no era rentable. La facturación arrancó bien en septiembre pero después la diferencia fue abismal. La pudimos remar un tiempo hasta que preferimos cerrarlo y más adelante veremos porque la idea del negocio es buena”, dijo Reinaldo Bacigalupo, uno de los dueños de la franquicia gastronómica que tiene tres locales en Rosario. El empresario le apuntó al circuito de paradas, delimitado -según su visión- en zonas “muy difíciles para vender” y de poco movimiento, y que al ser rotativo genera confusión en los clientes. “Muchas veces quedamos muy expuestos a hechos de inseguridad. Fue una lástima cerrarlo, no era el momento”, contó Bacigalupo, que espera por que se le encuentre una vuelta de tuerca al sistema para volver a la calle.
Primera vuelta
Rosario es la primera ciudad del país en regular esta innovadora modalidad de negocio gastronómico, hecho que se consumó el pasado mes de diciembre cuando la intendenta Fein firmó el decreto que reglamentó la ordenanza 9444/15 sancionada por el Concejo Municipal.
La ordenanza que habilita la venta ambulante en camiones de comida fue sancionada hace tres años, pero la reglamentación se demoró por la oposición de un sector gastronómico tradicional, que los consideraba “competencia desleal”. Después de un largo debate, los food trucks pudieron ganar a calle.
En total, son 17 las firmas que el Municipio habilitó para operar food trucks por un plazo de dos años en la ciudad. Ocho pueden hacerlo de manera permanente y el resto cuenta con un permiso esporádico y están autorizados a explotar el servicio en eventos privados como festivales, casamientos, cumpleaños y graduaciones.
“La idea es aceitar el sistema y la costumbre en la gente. Creo que es un emprendimiento para trabajarlo uno mismo, encontrarle la vuelta a la calle y sumarle la participación de eventos, ya que es fundamental ese mix”, apuntó Milano, al frente de la Cámara rosarina que representa al sector.
Todas las firmas autorizadas, ya sea con permisos permanentes o esporádicos, tienen derecho a participar de hasta ocho eventos en espacios públicos, algo muy valorado entre los dueños de licencias.