Juan Ignacio Novak
La película que filmó el mítico cineasta español en 1953, durante su exilio azteca, está considerada entre sus obras menores. Conserva, sin embargo, un fresco sentido del humor y personajes entrañables. Y es también una síntesis de la mirada del director de “Viridiana” sobre el pueblo que lo recibió en los 50. Se podrá ver el 22 de mayo en el ciclo de cine que impulsa el Club del Orden en su sede de San Martín 1936.
Juan Ignacio Novak
jnovak@ellitoral.com
Atravesado por el “cambalache” del siglo XX, el cineasta español Luis Buñuel fue, hasta su muerte producida en 1983, un agudo testigo de su tiempo. Y plasmó en sus películas miradas luminosas sobre cada lugar en que vivió. Así como en “Las Hurdes, tierra sin pan” (1933) expuso con crudeza la situación de atraso de los habitantes de un pueblito español, durante su etapa en México (uno de los destinos donde recaló tras el exilio al que lo llevó el ascenso de Francisco Franco al poder en su país natal) rodó “Los Olvidados”, que obligó a propios y ajenos a volver los ojos hacia la problemática de la marginación.
Pero también de sus años en el país azteca data “La ilusión viaja en tranvía” (1954), film que se proyectará el próximo martes 22 de mayo, a las 18.30, dentro de la grilla del ciclo de cine Familiares en el Club del Orden, que impulsa esa institución en su sede ubicada en San Martín 1936. Esta obra está considerada mayoritariamente por la crítica como una de las de las “menores” de la filmografía de Buñuel. Algo lógico si se toma en cuenta que se trata del creador de “Un perro andaluz”, “Belle du jour” y “Ese oscuro objeto del deseo”. Decir “menor” en el caso de Luis Buñuel no implica una minimización, sino sólo el aviso de no se trata de una de sus películas más reconocidas.
Viaje accidentado
Fue rodada durante 1953, con actuaciones de Carlos Navarro, Fernando Soto, Lilia Prado, Agustín Isunza, Miguel Manzano, Guillermo Bravo Sosa, José Pidal, Felipe Montoya, Javier de la Parra y Paz Villegas. Narra cómo dos hombres llamados Caireles y Tarrajas descubren que el tranvía 133, en el que ambos pasaron media vida trabajando, va a ser retirado del servicio. Entristecidos, se emborrachan y deciden robarlo. Tras una noche en la que brindan servicio a distintos pasajeros, dando pie a numerosos incidentes que llegan incluso al absurdo, quieren devolverlo por la mañana. Pero todo se complica cuando un antiguo inspector quiere delatarlos.
Buñuel utiliza esta sencilla trama para proyectar su cámara sobre personajes que reproducen las particularidades de diversos grupos sociales. Lo hace con el prisma del humor, que invoca la reflexión del espectador, pero con gran sutileza. Y no está exenta (a fin de cuentas, se trata de Buñuel) de cierta sensualidad borrosa, que se expresa por ejemplo en la imagen de un niño que ve por la ventanilla a una mujer que se arregla las medias ante la vista de todos y en la figura de la actriz Lilia Prado.
Pero lo que le insufla eternidad a “La ilusión viaja en tranvía” tiene más que ver con los detalles que tiene en cuenta el director, que se observan en ese viaje surrealista en tranvía. Cada uno de ellos, desde la vestimenta y los objetos que llevan hasta la forma en que se movilizan, demuestran la enorme capacidad de observación de Buñuel. Y la sabiduría para traducir sus percepciones en imágenes. Es real que “La ilusión viaja en tranvía” no quedó ubicada entre las mejores películas de Buñuel, y es muy poco frecuentada cuando se revisa su vasta filmografía. Lo cual no le resta un ápice de vigencia.
El dato
Para agendar
El martes 29 de mayo los asistentes al ciclo impulsado por el Club del Orden tendrán la posibilidad de ver “Crónica de un amor” (1950). Se trata de una película de origen italiano recordada como la ópera prima de Michelángelo Antonioni, quien después se convertiría en un reconocido cineasta.