Prevención y testeo para enfrentar el VIH

La realidad del VIH resulta paradójica: a medida que la medicina avanza con nuevos y más efectivos medicamentos, crece la inquietud entre los especialistas porque la población en general le ha perdido el miedo a la enfermedad y ya no toma en cuenta las medidas básicas de prevención.

Se calcula que en la Argentina viven alrededor de 120 mil personas que portan el virus. Sin embargo, el 30 por ciento de ellas desconoce su condición y, por lo tanto, no asume ningún tipo de conducta tendiente a evitar el potencial contagio.

En la provincia de Santa Fe, existen unos 12 mil infectados y en la ciudad capital los hospitales Iturraspe y Cullen atienden a alrededor de 1.000 portadores sanos o enfermos. De ese total, en seis casos se trata de niños que fueron contagiados a través de la leche materna.

Así como durante los primeros años de la epidemia, la mayoría de los casos se detectaba entre hombres que mantenían relaciones sexuales con otros hombres, con el paso del tiempo el universo de personas afectadas se fue ampliando hasta convertirse en un fenómeno horizontal. En estos momentos, los especialistas afirman que en la ciudad de Santa Fe se detecta VIH tanto entre jóvenes, adultos o personas mayores, de ambos sexos y en distintos niveles sociales. En todos los casos, porque no se tienen en cuenta las medidas básicas de prevención, que pasan por el uso de preservativo cuando se mantienen relaciones con más de una persona.

A estas alturas de las circunstancias, cuesta encontrar argumentos válidos para avalar esta situación. En primer lugar, porque los análisis para detectar la presencia del virus se realizan de manera gratuita y anónima en cualquier efector público. Incluso, sin prescripción médica.

Pero eso no es todo. Si bien se suele insistir hasta el cansancio en que el problema radica en la falta de información con respecto al sida, esta afirmación es al menos discutible. Sobre todo, porque desde las últimas décadas toda persona que cursó o cursa los niveles educativos básicos, recibe información sobre el tema. Incluso, en el nivel primario.

Puede que ciertos sectores sociales que viven en la más absoluta marginalidad carezcan de nociones básicas con relación al sida u otras enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, cuesta creer que el resto de la sociedad incurra en semejantes niveles de descuido porque no cuente con información adecuada. La verdad es que, a diferencia de lo que suele suceder con otras patologías, hace décadas que se viene hablando del VIH. Y los especialistas insisten en que cada vez con mayor frecuencia detectan casos en personas de niveles socioeconómicos medios e, incluso, elevados.

La situación de esta enfermedad bien puede ser comparada con los enormes problemas que existen con la conducta vial de gran parte de los argentinos. Cada vez que se intenta aplicar políticas tendientes a incrementar los castigos a los infractores, surgen voces que plantean que el problema se soluciona con más y mejor educación. Sin embargo, no parece sencillo encontrar una persona que no sepa que pasar un semáforo en rojo representa una infracción. Y aun así, se infringen las normas.

La clave radica en que se promueva el testeo universal para definir la situación de la población en general, más allá de sexo, edades, nivel social o potenciales grupos de riesgo.

En definitiva, la salida pasa por prevenir o saber a tiempo de la presencia del virus. Pero para que esto sea posible, las políticas de Salud y la comunidad médica en general deben jugar un rol más activo.