Roberto Maurer
Roberto Maurer
Entre las vastas posesiones de Disney existe un parque temático llamado Animal Kingdom donde es posible conocer a la familia animal en un estado de naturaleza que se opone a la idea de zoológico. Ya que los seres humanos llegan a ser tan salvajes y primitivos como las especies allí alojadas, su comportamiento también puede ser objeto de observación en la nueva serie de la señal AMC (domingos a las 22) titulada con el mismo nombre: “Animal Kingdom”.
Las bestias llevan el apellido Cody y se encuentran localizadas en el soleado sur de California. Son villanos de excelencia en cuyo estilo de vida descansa el atractivo de la serie, que busca una aceleración continua de la frecuencia cardíaca ya que, además de su actividad profesional de delincuentes, los rústicos Cody son infatigables en el ejercicio de la brutalidad con cualquiera que se cruce en su camino, también en familia o corriendo en autos veloces, y solo detienen su carrera para descansar consumiendo droga y alcohol. Con la sucesión de situaciones chocantes y estallidos de energía se disimula el tratamiento poco profundo de los personajes.
Es la versión suavizada pero bastante fiel de una película australiana independiente de David Michod que logró repercusión con una historia ambientada en Melbourne, basada en el caso real de un clan familiar que traficaba armas y drogas a un nivel importante. Esta remake fue desarrollada en diez episodios para la televisión por Jonathan Lisco (“Halt and Catch Fire” y “Southland”) y John Wells (“Shameless” y “The West Wing”).
Matriarcado absoluto
“Animal Kingdom” asume el punto de vista de los delincuentes, en particular del adolescente Josh (Finn Cole), aplicado estudiante cuya madre muere repentinamente de una sobredosis, luego de mantenerlo apartado durante años de la familia Cody por razones que ya no necesitan ser explicadas. Es el principio, cuando Josh es buscado por su abuela Janine, a quien llaman “Smurf” (Pitufa) y que anima la carismática veterana Ellen Barkin, una señora bella y en buen estado de conservación, tierna y amorosa con su prole casi hasta el incesto, que se desempeña como jefa incuestionada de la banda. Lleva a casa a su nieto y así el flamante huérfano se reencuentra con sus revoltosos tíos, un rebaño salvaje que sólo puede controlar Smurf con cariño, severidad y manipulación.
El conflictuado Deran es el menor y ya siente celos de la nueva adquisición de la familia. El razonable Baz fue adoptado por Smurf y es el hijo equilibrado en el cual deposita su confianza. El inquieto y rudo Craig es drogadicto. Y Pope, el mayor, acaba de salir de prisión con libertad condicional y está ansioso con pasar a la acción y reincorporarse al negocio familiar. Es un problema: no entiende que su mundo se ha desintegrado, que los robos a mano armada han sido afectados por las tecnologías y que ahora los cometen aficionados drogadictos que por la noche asaltan licorerías. Baz, el racional, el único con familia propia, trata de que el impulsivo Pope asimile las novedades, ya reaparece justo en la víspera de un planificado golpe a una joyería que puede malograr con su impulsividad.
Antihéroe
Nuestro pequeño y callado Josh desconcierta, mantiene distancia ante el descontrol, acepta los mimos de la abuela, se integra demasiado rápidamente al delito luego de sorprender a sus tíos cuando lo ponen a prueba: es un fenómeno arriba de su moto y luego en la playa con la tabla de surf. Además de su habilidad física, Josh no se achica cuando le ponen un revólver en la mano para asustar a unos patanes. Pero el más exigente es tío Pope, que lo lleva a robar un auto para el golpe del día siguiente, lo provoca y encuentra una respuesta varonil en Josh, que se gana su respeto.
El reservado Josh, además, ha salido a buscar al padre que nunca conoció, y del cual ni sabe el apellido. ¿Acabamos de conocer a nuevo antihéroe, situado del lado tenebroso de un paraíso de sol, playa junto al mar y cocoteros?