Joaquín Fidalgo
Joaquín Fidalgo
Hacía frío y lloviznaba en toda la zona. En la escuela prácticamente no había nadie a la hora del almuerzo. Los gremios habían determinado una jornada de paro, pero igualmente el establecimiento abrió sus puertas ese día para dar de almorzar a un puñado de pequeños que desafió el mal clima, seguramente empujado por el hambre.
La institución, pública, es una de las más importantes de Villa Ocampo, localidad del departamento General Obligado. Su directora se hizo presente y recorrió varias veces el comedor, hasta que los pocos niños que había se retiraron. Por la tarde, al no haber clases, el edificio se cerró.
Pero antes de que caiga la noche, un vecino llamó a las autoridades para avisar que uno de los postigos de la puerta principal estaba abierto.
Rápidamente, la directora fue hasta el lugar y comprobó que alguien había roto con una piedra uno de los vidrios del portón y había podido ingresar.
Al revisar el interior de la sala de dirección, la mujer constató que los ladrones se habían llevado algunas golosinas del kiosco que funciona dentro de la escuela -donde los alumnos compran sus meriendas- y la recaudación, aproximadamente unos 600 pesos.
La directora, calzándose el traje de detective, observó los restos de vidrios que habían quedado en el suelo. Allí pudo observar manchas de sangre y muy pequeñas huellas dactilares marcadas. Además, calculó que el hueco por el que entraron los ladrones sólo permitía que pase alguien diminuto.
La mujer comenzó a sospechar sobre quiénes podían ser los autores.
Al día siguiente, una alumnita de 9 años llegó a la escuela con una de sus manos vendadas. Se había cortado.
No hicieron falta muchas preguntas de la directora antes de que la niña confesara. Ella reconoció que había cometido el robo, pero que lo había hecho con dos cómplices, una vecina de 8 años y su hermana, de la misma edad. Ésta última había sido la ideóloga. Planificaron todo mientras se hamacaban en la plaza.
Ni el dinero ni las golosinas fueron recuperados.
Las integrantes de esta singularísima “asociación ilícita” fueron llevadas ante sus respectivas familias, que se domicilian en precarias viviendas de un barrio periférico ocampense.
Esta historia, que al mismo tiempo genera una sonrisa, causa sorpresa, y seguramente una profunda tristeza, ocurrió hace un mes, pero recién se filtró en las últimas horas.