Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Lima, Perú)
Impresiones del delantero que Vignatti vino a buscar a un lugar inhóspito y del que habitualmente no salen jugadores.
Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Lima, Perú)
El aspecto gris de Lima no le escapa a esa costumbre de esta ciudad que pocas veces abre sus nubes para que aparezca el sol. Tampoco el tránsito caótico y desordenado en las horas pico, que algunos policías intentan agilizar y encauzar, casi me animo a decir sin ningún tipo de resultados positivos, en esos momentos de locura generalizada por llegar lo más rápido posible en la vuelta a casa o en la ida al trabajo. El único aspecto que cambió en Lima, es la escasa afluencia de curiosos al Westin, el lujoso hotel en el que concentra la selección, repitiendo lo que en su momento y con Sabella a la cabeza, había acontecido en las últimas Eliminatorias previo a Brasil 2014, cuando empatamos un partido bastante complicado.
Es que, sin Messi, la expectativa naturalmente va decreciendo. En realidad, se da una situación muy paradójica: todos quieren ver en la cancha a Messi porque saben que se trata del mejor de todos, cuyo imán de atracción resulta elocuente; pero asimismo, muchos baten palmas sabiendo que, al no estar, las chances de triunfo peruanas se incrementan. Además, las estadísticas poco favorecen a Perú: el de mañana será el partido número 50 y sólo en la décima parte (5 partidos), Perú pudo salir airoso. Y así saltan a la memoria algunos choques emblemáticos entre ambas selecciones, como la derrota en el 69 (luego fue empate en la Bombonera y eliminación de Argentina para el Mundial de México), otra derrota en las eliminatorias para el Mundial de 1986 (el 1 a 0 con la marca policíaca, despiadada, fuera del reglamento y jugando con la complicidad del árbitro, de Reyna sobre Maradona) que nos obligó a aquella definición en la cancha de River con el gol de Gareca –justamente el actual técnico de Perú- empujando una pelota impulsada por el coraje de Passarella, el reciente antecedente del gol de Palermo en la lluviosa noche del Monumental y la palomita del festejo de Maradona, cuando nos clasificamos para el Mundial de Sudáfrica o el más emblemático de todos: el 6 a 0 en Rosario, en el Mundial de 1978, que nos permitió definir aquél torneo con Holanda.
“¿Por qué no están las grandes figuras del fútbol peruano en la selección?, porque muchos de esos nombres, algunos de ellos devaluados, se quedaron afuera por indisciplina”, es la respuesta de los peruanos ante la requisitoria de querer saber por qué los apellidos Vargas, Zambrano y Pizarro, por mencionar algunos, no figuran en el plantel. Markarián lo había notado, en su proceso, pero no actuó. Gareca sí lo hizo. Y en Santa Fe, cada vez que se habla de la selección peruana surge, naturalmente, el nombre de Juan Manuel Vargas, aquél talentoso marcador lateral izquierdo que llegó a Colón junto a Cominges y luego fue transferido al Catania. El “Chucky” representa uno de esos casos de indisciplina que ha provocado un desmembramiento de nombres a nivel selección. La buena actuación en la Copa América del año pasado en Chile no sirvió ni siquiera de bálsamo para apagar las críticas sobre las actitudes de ciertos jugadores. Gareca metió mano y contó con el apoyo de todos. Por eso se vio un plantel renovado, con escasos nombres de jerarquía y prácticamente elegido entre los jugadores “locales” para ir a Estados Unidos y provocar la eliminación de Brasil. Con esa base afrontó la primera doble fecha de Eliminatorias post Copa América y no le fue bien en Bolivia, aunque luego venció aquí a Ecuador. Se jugaban a ganar los seis puntos en esos dos partidos. Y ahora saben que el futuro depende de una seguidilla de buenos resultados, por lo cuál no pueden darse ciertos “lujos”, como el de perder mañana.
Para muchos peruanos, Diego Mayora es lisa y llanamente casi un “desconocido”. En todo caso, y para no ser tan terminante e injusto con el adjetivo empleado, es un jugador que ha pasado inadvertido para la mayoría. “Mayora es un jugador de la selva y es muy difícil que en esos lugares aparezcan grandes cracks. Esto habla muy bien de él y de sus condiciones. Además, generalmente los que vienen de esos lugares, como Loreto, no están bien alimentados. En el caso de Mayora es distinto”, señalan. Y preguntan: “¿a qué lo llevó Colón?, ¿a ser solución inmediata o una apuesta a futuro como emblema de proyección?. Si es a lo segundo, la elección ha sido excelente. De todos modos, hay algo que resulta ineludible mencionarlo: es un jugador que tiene el arco entre ceja y ceja. Y eso vale mucho. Acá, en Perú, en la Argentina y en todas partes”.
Mayora se hizo famoso rápidamente porque pasó de jugar en un club “de la selva”, a Unión Comercio, que no es de los más grandes del país. Sin embargo, le convirtió goles a 17 de los 19 equipos que juegan en el torneo de Primera peruano. Y eso permitió que Gareca lo convoque para jugar en la selección, después de la Copa América. “Te traigo, pero debés bajar al menos 8 kilos”, cuentan que le pidió el “Tigre”. Y Mayora cumplió casi al pie de la letra: bajó 6 en lugar de 8. Gareca lo tuvo en cuenta, lo llevó a La Paz y luego, aquí en Lima, al partido con Ecuador. Ahora no lo convocó. En Colón apenas jugó algunos minutos contra Talleres, pero Montero decidió que lo mejor era dejarlo afuera y que inicie una etapa de acomodamiento a la exigencia física del fútbol argentino. Así lo dio a entender. Por eso, más que nunca, esto que se preguntan los peruanos adquiere vigencia. ¿Colón lo llevó como solución inmediata o como apuesta al futuro?. Si es para lo primero, creen que es un pedido muy exigente para el competitivo fútbol argentino; si es para prepararlo y esperar resultados más adelante, puede resultar interesante. No obstante, la realidad también indica que Gareca confió en él para llevarlo a una exigencia aún superior: la de responder y estar a tono en una competencia internacional. Por eso, habrá que esperar de qué manera empieza a responder un Mayora del que mucho se habló, pero que ahora –y producto también de los buenos resultados conseguidos por Colón- ha quedado postergado momentáneamente en la expectativa y prioridad de la gente.
Un último apunte tiene que ver con el tema de la reventa. Las entradas están agotadas –como ocurre habitualmente en este tipo de competencias y máxime con la atracción llamada Messi- desde hace un largo tiempo. La no presencia del mejor jugador del mundo, ¿implicará también una ausencia de público en las tribunas?. Es una pregunta sin respuesta. Por lo pronto, el negocio de la reventa igual funciona y quizás en este rubro, la presencia de Messi habría sido relevante para que ese negocio se convierta en un gran éxito. Los precios de reventa se duplican en algunos casos o triplican. Se está pagando entre 50 y 120 dólares, aproximadamente.