Darío Pignata
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A las 19 de este lunes, al lado del mar, Colón intentará navegar de la mejor manera en aguas que asoman complicadas. Sin grandes nombres y a pura garra charrúa.
Darío Pignata
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“Como un cielo de verano, como el trueno de un tambor, por la cara del murguista, cuando baja del camión...”
Llegó la hora de Paolo Montero, con sangre charrúa y celeste, en este Colón modelo 2016-2017. Se acabó el largo tiempo de las palabras, terminó la pretemporada más larga del mundo y se murieron las especulaciones. “No hay excusas”, dijo el DT que mañana debutará oficialmente en el banco sabalero. No tengo dudas de que va a necesitar que el fantasma divino del “Pepe” Etchegoyen y el inolvidable “Buche” Nelson Pedro Chabay le contagien a su compatriota la mejor energía. La va a necesitar, sí o sí.
Parece tener, desde el relato, los pies sobre la tierra este tipo que es hijo del
recordado Julio Montero Castillo, apodado junto a Ramón Aguirre Suárez y el paraguayo Pedro Fernández como la legión de “Los Carniceros” (los apodaron así en España cuando los tres jugadores estaban juntos en el Granada).
Ese espíritu guerrero y combativo, heredó Paolo Montero de su padre Julio Montero Castillo. Alguna vez, charlando con Ildo Maneiro —fue DT de Colón en el ascenso en los ‘90— y preguntándole si eran verdaderas esas leyendas de Montero Castillo, el papá de Paolo, recuerdo que me dijo: “Al que agarraba, lo pasaba por encima, como un tractor”.
La leyenda continúa, como en 1965 con “Pepe” y 1995 con el “Buche”: otra vez un técnico uruguayo sentado en el banco para sacarlo a Colón de un momento complicado en todo sentido. No es fácil la parada y Paolo Montero —junto al “Chengue” Morales— lo sabe.
“Estamos a cuatro puntos del descenso, no hay demasiado que preguntar acerca de los objetivos de Colón por ahora”, declaró el entrenador charrúa hace algunos días.
El viernes, en la radio, el vice Horacio Darrás —una de las manos derecha de José Vignatti; el otro es Patricio Fleming— habló con una honestidad brutal a socios e hinchas: “La gente se va a tener que armar de paciencia, ya vieron ustedes cómo está el mercado en la Argentina y la crisis con el dinero del fútbol. Colón no escapa a esa regla general, arranca en una posición donde no merece estar y encima se agrega la situación puntual de estar adentro de un Salvataje Deportivo con el contralor de los números del Órgano Fiduciario y la jueza”.
Hace 26 años que escribo en este mismo lugar de El Litoral y hace 26 años que pienso lo mismo: “Colón es fútbol como punto de partida...Colón es fútbol como punto de llegada”. Todo en el mundo sabalero pasa por la pelota. Esa pelota que mañana agitará corazones como nunca en esta bendita ciudad de Garay donde nacimos y vamos a morir jugando “al bolo”.
Si Colón arranca bien o más o menos bien, Paolo Montero tendrá oxígeno para vivir. Si Colón, que por una gambeta del fixture tiene los dos partidos seguidos afuera, arranca mal, en la tercera fecha la cancha será “La Caldera del Negro”. Así es este pasional y popular Colón de Santa Fe: el que así no lo entienda deberá ser dirigente del Club del Orden, sentarse en el banco de Rentistas o jugar al fútbol con la camiseta de la Comisión de Actividades Infantiles de Comodoro Rivadavia.
La pretemporada —que muchas veces es un tester relativo— mostró un equipo corredor, metedor, ordenado tácticamente de mitad para atrás, con poca sorpresa, escaso juego y casi nada de gol. Un viejo profe de matemáticas, de apellido Lombó, repetía en mis frustrados tiempos de estudios en la Católica que “el movimiento se demuestra andando”. Es así, no queda otra.
Pensaba el otro día si podía compararse, desde lo futbolístico, este momento de Paolo Montero con algún otro de Colón. Y se me vino, no sé por qué, la foto del Colón de Ricardo Rezza. Quizás, porque otra vez está Vignatti al frente de un fútbol casi destruido. Si se diera así, habrá que preparse para picar piedra, cortar alambres y hacer cálculos.
La Biblia de Colón sólo habla de fútbol y el sermón de la misa es uno solo: la pelotita. “Ahora ya está, ahora es tiempo de Montero y los jugadores. Para nosotros, empieza la otra parte que lo tiene mal a José y es ordenar el club, porque sin orden no vamos a ningún lado”, afirma Horacio Darrás.
Volvemos a lo mismo: si el equipo arranca más o menos bien —empatar los dos con Aldosivi mañana y Banfield en dos semanas; o ganar uno de los dos aunque se pierda el otro—, ordenar todo lo otro será más fácil y menos pesado en Colón.
“Asomando por el túnel, dominando la emoción. A la cancha el Sabalero, al boliche de la esquina, cerca del televisor”.
Cambio de música, con el respetuoso permiso intelectual al maestro Jaime Roos de la vieja letra de “Cuando juega Uruguay”, el himno celeste de todos los tiempos. Ojalá Paolo Montero le contagie un poco de cada cosa a los once nombres que pone mañana a las 19 en el Minella de Mar del Plata frente a Aldosivi con la camiseta de Colón. Redoblar la sangre para evitar el luto, es el primer mandamiento.
Pensar en los jugadores que podrían haber llegado y no llegaron es parte de esas excusas que se encargó de desterrar Paolo en su relato como técnico de Colón.
“Viruta” Vera, Gigliotti o “Queso” Fernández no llegaron. El “9” será Ismael Blanco y la gente tendrá que pensar que es la mejor mezcla genética entre la “Chiva”, “Poroto” y “Bichi”.
Puede que otros competidores directos se hubieran armado mejor. Puede que no sea lo ideal arrancar dos partidos seguidos afuera. Puede que no sea lo ideal terminar la novela con los equipos grandes en fila.
Paolo Montero conoce la letra de Jaime Roos desde su cuna en Montevideo: se la cantaba su padre Montero Castillo antes que el “Arroró mi niño”. Sabe quién fue el “Negro Jefe”. Sabe que los de afuera son de palo. Y sabe que comienza la función...“Cuando juega Colón”.